miércoles, 22 de octubre de 2014

Despedida.

Bueno juventud, la hora de este blog ha llegado a su fin. No por nada en particular, si no por el detalle muy poco grandioso de necesitar un cambio como todo el mundo necesita de vez en cuando. Supongo que muy pocos de vosotros, lectores fantasmas, os interesaréis por esta tontería mía, pero yo aviso.

Para continuar leyendo mis gilimemeces pasaos por aquí: melancolica-felicidad.blogspot.com

Gracias muchas.

domingo, 19 de octubre de 2014

Tormenta.

Corría como un condenado, mirando hacia atrás demasiadas veces, percibiéndolo, notándolo. La veía acercarse cada vez más, cada vez más, y yo corría y corría sin querer parar, sin atreverme a hacerlo; pero entonces volvía a sentir su aliento detrás de mí, y miraba, paranoico.

Allí estaba, el cielo cada vez más oscuro, más negro, más cerca, más cerrado y más cerca, demasiado cerca. Me estaba volviendo loco, jadeaba, casi no me atrevía a respirar.

Me iba a alcanzar, lo haría, no podía correr más; mis ojos no se atrevían a cerrarse, mis piernas no se atrevían a parar, yo no me atrevía a creer que pronto me alcanzaría.

No podía más, era demasiado, en todos los sentidos, preferiría estar muerto. Seguía corriendo, palpitando en mi cabeza un solo pensamiento, un pensamiento de locura, de una locura mayor a la del conjunto psiquiátrico en el que debería estar: protegido, bajo un techo y rodeado de mil luces diferentes que matarían a todas esas sombras.

¡Salid de mi cabeza!

Corría como un condenado, escuchándolo todo y no escuchando nada al mismo tiempo. Esperaba, y no esperaba. Ansiaba el fin, dejar la carrera, olvidar esa terrible y cegadora oscuridad.

Pero dejar de correr no sería el fin, sería el comienzo de una tortura mayor, y mis fuerzas se habían evaporado hacía tiempo, pasando a formar parte de la humedad del ambiente.

De pronto empezó a humedecerse también el suelo, llovía; llovía sobre mojado, creándose más sombras tanto dentro como fuera de mis ojos. Mi rostro era un reflejo angustioso del pánico que me obligaba a seguir corriendo.

Cada vez costaba más, y cada vez me acordaba menos de hacia dónde me dirigía. Huía de aquel cielo infernal, de aquel abrazo macabro.

Llovía más y más fuerte, hacía calor, mi sudor era peso añadido sobre mi piel, me estaba consumiendo; no podía parar, no me atrevía a hacerlo.

Me quedé sin respiración, ahogué un grito que no se habría escuchado bajo la condenada lluvia, y con una garra en el corazón volví a mirar hacia atrás, suplicando, llorando.

La angustia, el llanto, el agobio, el ruido, la presión, mis piernas; todo me estaba consumiendo. Miré hacia delante de nuevo, llorando cada vez más fuerte, cerrando los ojos por obligación.

Fue la luz la que surgió entonces de las tinieblas, siendo ese relámpago el que me regalase el principio del fin.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Disparemos a las estrellas, pues.

Solía pasarme mañanas enteras contemplando los cielos, todos ellos: los grises, los azules, los naranjas… Me gustaba imaginarme cómo se verían esas figuras reflejadas en mis pupilas, pero nunca se me ocurrió la estupidez de intentar averiguarlo.
Luego, mi cuerpo tuvo la fantástica idea de crecer, y pronto tuve la oportunidad de convertir en costumbre el hecho de pasarme noches enteras contemplando los cielos, pero ya no tantos: empezó a interesarme tan solo el estrellado.
Mi vida seguía, pero no para mí.
Dormir, comer; verbos sin valor, sin finalidad, sin propósito.
Hasta que un día, comenzaron a llover, a llover estrellas.
Me asusté, me levanté y grité; sin poder quitar de mi cabeza la imagen en mis pupilas reflejada.
Corrí, huyendo hacia todas partes y hacia ninguna, con frustración, los músculos entumecidos, los ojos llorosos de haber aprendido a parpadear en segundos.
Eran mis sueños, unas pesadillas que se precipitaban sobre mí para cubrirme con el más espantoso de los miedos, con el más terrorífico de los horrores.
No sabía dónde estaba, dónde había estado, o dónde debía estar; pero fue gracias a esa confusión, a ese desastre de pensamientos que alguien llamó mente, gracias a la cual lo tuve más claro que nunca: no debía tener miedo, ni lo tendría nunca más.
Y fue entonces cuando me armé y disparé al cielo, intentando destrozarlo, probando a enfrentarme a él para impedirle existir; pero fue completamente inútil, acabando con la vida de un pájaro que se estrelló a un par de metros más allá.
Descubrí entonces la decepción, la impotencia, el desconcierto de no entender y el agobio.
Me dejé caer, como hacía cada mañana, como hacía cada noche; y seguí permitiendo que aquel reflejo me atormentase.
Aún poseía el arma, cargada, pero ya no la necesité más, porque decidí sonreír, levantarme y ser feliz.

Ya que negar un miedo es como disparar a las estrellas, pero enfrentarse a él es como aprender a vivir.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Es vivir.

Es el descubrimiento de algo nuevo, es la constante y amada sorpresa, es la grandiosidad y maravillosidad del mundo.

Es sonreír con los ojos cerrados dejando caer la cabeza hacia atrás, es sentir la lluvia y dejarla hacer.

Es mirar esos maravillosos ojos y enamorarse de nuevo, es dejar de pensar lanzándose al mar.

Es leer un buen libro sin poder detenerse ni para respirar, es reír sin prejuicios ni vergüenza.

Es la inspiración que no cualquier acorde proporciona, es escribir por y para el arte de la contradicción.

Es el arte de amar en una caricia, es la relajación de un buen suspiro.

Es una llamada perdida a Dios, es un regalo bondadoso.

Es soñar en el cielo azul, es soplarle a las nubes.

Es el afán aventurero que palpita en nuestro interior, es sonreír en los momentos más inoportunos.

Es comerse una película en lugar de palomitas, es experimentar la adrenalina del mejor miedo.

Es correr hacia adelante con lágrimas de alegría en los ojos.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Come with me now.

¡Qué coño!

Levanta de ahí, arráncate la ropa encima de ese roído sofá, escúpele a la gente de la calle desde la ventana, aleja las cortinas entre sí tan rápido que rompas algún que otro sujeta cortinas como-se-llame, necesitas moverte, hacer algo, saltar, correr a jugar al baloncesto, o al balonpie, o al balonmano, o al balonrodilla, o al baloncodo, o al balonpecho, o al balonmierda-se-me-van-la-olla-y-los-guiones.

¡Venga cojones!

Que el tiempo corre, que no se te olvide, baila, aunque lo hagas mal, uy, pero qué digo, sobre todo si lo haces mal, porque piensas menos, disfrutas más, da palmadas, grita, disfruta, canta, salta, mójate, repítete, juega, sueña, di verbos aleatorios sin ningún sentido, escribe con menos sentido todavía, deja de respirar, o hazlo demasiado rápido, vívelo todo como si el tiempo no existiese, que corras he dicho, repítete, que te despidas del mundo ya, ha dejado de merecer la pena que te pares a mirarlo, que si olfatear flores, que si cagar de campo.

¡A la mierda ya, hombre y mujer!

Disfruta del tiempo que te queda, igual mañana viene un castor y te devora, y me da igual que los castores no devoren, el que vive debajo de la segunda capa de tu colchón sí lo hace.

¿Te he dicho ya que necesitas salir de ahí? Que saltes por la ventana, que te tires dentro de un puto pozo, que caves un hoyo de China a aquí en vez de aquí a China, porque es que eso es muy fácil. ¿Y si vienes conmigo y vamos fostiados hacia dónde demonios toque ir?

Hacia delante, es un buen sitio para ir; que seguro que hay gasolina, y ningún problema con la ortografía, allá donde vayamos seguro que me la puedo saltar, o inventar, o plagiar, o hacer lo que me salga de los ovarillos con ella, al igual que jugar con la gramática.

Esas palmas que no cesen, esos piezacos en el suelo, ese bajo ensordecedor, que deje de importar todo lo demás, que si nubes, que si vida, que si muerte que si mierda en vinagre, ¡vente conmigo!

Corramos rápido, muy rápido, grita y ríe.


¡Qué coño!

jueves, 14 de agosto de 2014

Dicen.

Dicen que las mejores melodías, que las mejores historias y que las mejores situaciones derivan de estos momentos de melancolía infinita, de enfado superfluo, de tristeza inconmensurable.

Dicen también que estas sensaciones nos pertenecen tanto como cualquier otra.

Dicen también que el olvido no supone el perdón, ni el perdón el olvido.

Dicen también, que la familia está ahí pase lo que pase.

Dicen que llorar es bueno, que cura el alma y purifica el espíritu.

Sinceramente, dicen demasiadas cosas, y la mayoría de ellas ni se acercan a la verdad.


Pero no es a la verdad a lo que yo me quiero acercar.

lunes, 28 de julio de 2014

Vida.

Cuenta la leyenda, que hace no demasiado tiempo se inventó una nueva forma de evitar el mundo irreal.
La llamaron verdad.

Destacaron en ella la forma de ver el lado "objetivo" de las cosas, esa parte "imparcial" del mundo, esa estupidez impotente. Perjuraron y prometieron que era la forma original, la real, la correcta, de ver el universo tal y como es. Entonces crearon todo un sistema alrededor de esa teoria -porque eso es lo que es, una teoría- desarrollando un montón de errores encadenados cual efecto mariposa a esa tremenda incomodidad que consiste en clasificarlo todo. Fallaron intentando identificar absolutamente todo lo que les rodeaba, porque el truco no está en vivir en el caos -en el cual tal vez, y solo tal vez, se viviría de verdad-, el truco está en conocer todo lo conocible, en aprender todo lo aprendible, en equivocarse todo lo equivocable, en disfrutar todo lo disfrutable, en vivir todo lo vivible. Vivimos desde entonces en una repisa, en la repisa del típico edificio de quinientas plantas sin ascensor, en el que no nos adentramos porque creemos que ya lo hemos visto todo desde fuera; cuando lo que vemos es la fachada, no conocemos el interior, nos da miedo, pavor, vergüenza o simplemente pereza.

¿Qué mierda es eso?

Tirémonos del edificio, abramos el paracaídas demasiado tarde y estrellémonos contra el asfalto. O rompamos una ventana con el codo y allanemos una morada ajena como si en ello nos fuese la vida. O gritemos por ayuda si lo nuestro es esperar a que otros hagan lo que a nosotros nos corresponde. Atrapados, llevamos siglos atrapados, probablemente llevamos en esta jaula más años de los que llevamos contados, llevamos llevamos. Renacemos día a día, el mundo es algo nuevo siempre para alguien, siempre.

Anoche

Anoche vi toda la vida de un erizo pasar, vi el cielo azul a lo largo de todo el día, me ardieron las piernas como si al día siguiente le apeteciese recordar la calor del día anterior.
Anoche descubrí emociones que creía que no podría volver a recuperar, soñé de nuevo con la vida, con aquello que puedes recuperar después de todo, con esa dichosa esperanza que siempre remueve lo irremovible.

Descubrimos la vida día a día, eso es lo que hacemos, vivir: equivocarnos, sufrir, llorar, reír, divertirnos, amar, odiar, caernos, levantarnos. Es lo que somos y es lo que hacemos. Es lo que siempre fuimos y lo que siempre seremos.

Y se atreven a intentar clasificarlo.

jueves, 17 de julio de 2014

Bajo la misma estrella.

Es terriblemente complicado aceptar hecho inevitables como lo puede ser la muerte, y se vuelve aún más complicado cuando se inmiscuyen sentimientos excesivamente fuertes por la persona sujeta a las leyes de la lógica.

Todos morimos, al igual que todos hemos nacido alguna vez.

¿Cuál será la actitud adecuada hacia esa situación entonces? ¿La pasividad o la agresividad? ¿El optimismo o el pesimismo?

Algunos tachan de cobardes a aquellos que se toman la vida con alegría, porque los juzgan como personas que evaden los problemas, las dificultades, la realidad.

Es cierto que enfrentarse a esta clase de situaciones a veces es demasiado complicado, tan complicado que se nos limita el raciocinio.

Se puede vivir con dolor.

Suena macabro, incluso estúpido o tal vez degradante; pero cuando quieres a una persona lo suficiente como para saber que merece la pena el dolor… No hay masoquismo que valga.

Todo parece lejano, de película, de novela, una historia de amor, de esas que todo el mundo ha contado y escuchado, de esas que parecen no terminar nunca bien, de esas que el mundo te enseña a desear.

La vida real no es así, nunca lo ha sido y nunca lo será. Es mucho más complicado, hay muchísimas más complicaciones, muchísimos más impedimentos, muchísimos muchos. Y para nada quiero decir que no existen los finales felices, ni mucho menos, yo soy una firme creyente.

Hay que sentirlo, expresarlo, liberarlo.

Encerrar en nuestro interior esos sentimientos, aunque no sean justos o lógicos, es lo peor que se podría hacer. Porque tarde o temprano nuestro propio cerebro, nuestro propio cuerpo, los echa en el último momento, cuando menos nos lo esperamos y cuando menos sentido tiene.

Coges un día y dices: se acabó.

Y ese se acabó es una promesa. La promesa de que no habrá más quebraderos de cabeza, la promesa de que merece la pena vivir, la promesa de que te regalarás cada día como si fuese tu último día bueno, la promesa de que vivirás, siempre y nunca, entre esos pequeños infinitos que el tiempo nos regala.

El amor, maldita sea, esa droga incorruptible.

El dolor, ese sentimiento inevitable.

¿Para qué negarlo? Vivir duele.

Pero si duele, es porque estás vivo.

Conclusión: la vida es maravillosa y está llena de cosas maravillosas, y repetir esta frase una y otra vez tan solo implica que lo malo del mundo ya nos lo enseñan diariamente y por todas partes, nosotros tenemos que encontrar el lado bueno, tenemos que verlo como una emocionante historia sin principio ni fin.

martes, 15 de julio de 2014

Fría no, lo siguiente.

Levantar la cabeza. No importa. Separarla de los hombros de vez en cuando viene bien.

Empieza el día de forma interesante, la verdad.

Arranqué otro de los trozos de cristal de mi tejado.

Vivo en el mar. Literalmente. Esto se pone hecho un desperdicio cuando sube la marea, menos mal que últimamente lo hace poco. Pero en la próxima luna llena lo voy a tener jodido.

Bendito ático que me resguarda.

Recuerdo el día que construí esta dichosa chabola con la basura que encontré en esta misma playa.

Acababa de coger cuatro chorradas del chalé, me había despedido de mi hermana, y había abandonado allí el coche.

Me iba de casa. Y mis padres no estaban demasiado a favor. Cada vez que me acuerdo no puedo evitar sonreír.

¿Todos nos vamos de casa tarde o temprano, no?

El ático tiene un techo de cristal. Son diferentes cristales que con los temporales aguantan cada vez menos, pero no sé cómo, aún me protegen cuando llueve. Porque llueve a su padre.

Lo mejor de haber construido mi propia casa, es que está hecha a mi medida. Literalmente. Mira que es pequeña la jodida.

Cuentan las leyendas que toda buena historia empieza con un príncipe, una princesa, y esas cosas nazis que no suelen interesarme demasiado, pero mi historia empezó ese maravilloso día.

Aquel cristal, el que arranqué, ampliaba la ventilación del ático, y teniendo en cuenta la presión de aquel malnacido día, era buena cosa.

Todas las noches me tiro en este roído colchón con las manos en la nuca, sonriendo a las estrellas, deformadas por las diferentes grietas entre cristales, excepto cuando las nubes deciden arroparlas.

A veces me gusta tirarme del ático a la arena, directamente. Hay un pequeño acceso, que mira al mar, con una puertecita interesante, que, obviamente, se abre y se cierra.

Tengo que hacer algo con los libros que se me acumulan en las esquinas. Y eso que pocas esquinas tiene esto.

Me apetece fundirme con el mar, ¿lo haré? No respondáis, lo voy a hacer. En breve. Si es que me llama. No es una duda. Efectivamente me llama.

Agua. Fría. Congelada. No, lo siguiente.

Cualquiera no se despierta por las mañanas con esto.

¿Quién necesita despertarse por las mañanas?

Sin trabajo, con unos estudios sin finalizar, una formación escasa en el arte de vivir, y con las pelotas de vivir sola en la puta playa.

Así soy yo.

Por lo que arrancar un trozo de cristal que refleja la luz del sol apareciendo por encima del mar como cada mañana, solo me recordaba ese maravilloso mundo en el que vivo.

Tocar la guitarra española, sentir la música, cerrar los ojos, compaginar el ritmo al mar, tener que levantarse corriendo para no mojarse los pies.

Esto es vida.

Tengo un par de libros sin acabar. Sin acabar de empezar. Ah, y los que estoy escribiendo yo. Que están empezados. Pero sin acabar. Y eso.

¿Comida? Eso no sirve pa’ na’.

Poco voy a durar así, me gritaron cuando me fui.

Y puede que tengan razón, porque una vida sin muerte no sería ni la mitad de interesante.

Pero oye… ¿y las risis?

miércoles, 9 de julio de 2014

A Little Piece of Heaven.

Idas de olla.

La verdad es mucho más complicada de lo que se nos puede presentar a simple vista.
La verdad, esa gran mentira.

A veces es mucho más sencillo abrir los ojos y contemplar lo que nos rodea, analizarlo matemáticamente, estadísticamente o de cualquier otra forma física.
Quién puede asegurarnos que todo eso no tiene como base una gran farsa.

Pero bueno, todo en esta vida tiene su lado bueno y su lado malo, y desde mi punto de vista el lado equivalente al malo sería el que lo analiza todo como si tan solo fuésemos números sin sentimientos.

Pero qué se le va hacer.

Igualmente es interesante superar los límites de la realidad, manipulando estos para crear historias que nos ayuden a ¿evadirnos...? No, que nos ayuden a desarrollar nuestra imaginación, esa que desaparece poco a poco con los años; como las ansias de vivir y la emoción por todo lo nuevo.

También es crucial saber ver el mundo de forma original, a veces macabra, porque la muerte tan solo es algo significativo si queremos que lo sea.

Qué demonios, todos morimos y todos vivimos, y no me apetece deprimirme porque haya nacido alguien en el mundo, por lo tanto hacerlo porque ha muerto, es tal vez igual de incoherente.

miércoles, 2 de julio de 2014

V de Verdad.

Vivo diariamente en un pueblo que ignora lo que no le gusta. Anoche regresé a casa después de pasar la tarde estudiando, y allí estaba el hombre.
Varias semanas han pasado desde que le vi por primera vez. Es un señor que se mueve a lo largo del pequeño pueblucho con un carrito de hacer la compra y una manta.
Vi cómo tenía que dormir tras los contenedores, en cualquier banco o esquina donde no estuviese muy visible. Porque a la gente no le gusta ver esta clase de "cosas"; ya no son personas, son sucesos.
Viniendo de la humanidad tristemente no me sorprende, pero escuchar a mis conocidos criticar al pobre hombre por dormir en la acera...es despreciable.
Volaron delante de mí todas las buenas vibraciones que había tenido sobre nuestro futuro. Había conseguido convencerme de que había una posibilidad, por muy pequeña que fuera, pero cuando a alguien que no tiene techo no se le ofrece ni un trozo de pan, poca humildad nos queda.
¿Vengarse en honor a todos los que sólo buscaban caridad? ¿De qué serviría? Tarde o temprano, regresarían a la creencia de que lo mejor es ignorar el problema. La violencia sólo trae violencia, y es lo último que necesitamos en la ecuación.
Varias oportunidades tuve de ayudar a gente en esta situación, y todo lo que estaba en mi mano hice. Sin embargo, hay una sensación que no le deseo a nadie, que es la impotencia que se siente cuando nada más se puede hacer para ayudar.
Ver con tus propios ojos la involución de personas que merecían la pena es la peor tortura existente. Ideales maravillosos, buenas intenciones, sinceridad verdadera...
Verdad. La verdad. Esa que no queremos ver. ¿Porque duele? Hoy leí la noticia de una pareja que pactó su suicidio y lo realizó después de avisar a la Guardia Civil. Es la verdad, y probablemente no lo sea del todo. Sinceridad es todo lo que pido, pero la gente no quiere saber.
Vivimos en una falsa felicidad que creemos nos protegerá cuando haya algo de lo que protegernos. No puede ser. Las mentiras son como una cúpula de cristal. Pueden dar la sensación de apoyo, pero el cristal es débil, y cuando ya nos ha ocultado mucha realidad cualquier detalle hará que empiece a quebrarse ese pequeño y frágil mundo.
Visitemos pues nuestro interior, busquemos el martillo más potente que tengamos y hagamos quebrar esa cúpula. Si somos nosotros los que regresamos a la realidad por nuestro propio pie, la caída será mucho menor. Habrá caída, será doloroso, pero habrá sido voluntaria y sólo nuestro será el mérito de saber enfrentarnos cuando llegó la hora de hacerlo.
¿Vergüenza? Vergüenza debería darnos el quedarnos mirando las desgracias en la caja tonta mientras nos autoconvencemos de nuestra bondad donando un euro a alguna asociación benéfica. Pamplinas. Debemos enfrentarnos ya. No estaremos solos, a pesar de lo que nos quieren hacer creer. Temporalmente cerca está el accidente de tren de Santiago, en el cual los vecinos fueron a ayudar por su propio pie. Dejaron sus condenados sofás y salieron a ayudar a quien lo necesitaba. Pues bien, ahora es nuestro turno.

Queridos escribientes.

Nos han despojado de nuestra más hermosa fe.
Han arrojado al vacío nuestro bastón esperanzado.
Ya no tenemos en qué apoyarnos socialmente.
Estamos solos.
Solos en el abismo, en una caída que nunca termina.
Desearía que cayésemos de una vez, para sobrevivir y levantarnos.
Creí que toda esperanza se había evaporado, que era una broma de mal gusto; pero en eso es en lo que vivimos últimamente.
Tengo pruebas para vosotros. Pruebas que delatan la cantidad de engaños en los que nos escondemos, o mejor dicho, en los que nos esconden.
Yo no soy nadie, y este blog no es más que el pozo en el que entierro mis pensamientos, esperando a que alguien saque el cubo lleno de agua, rescatando así mis ideales.
Pueblo. Pueblo es lo que somos. Todos. Políticos, empresarios, trabajadores, profesores, bibliotecarios, psiquiatras y psicólogos, taxistas, parados, cocineros, humoristas, periodistas, policías, jueces, presidentes del gobierno.
¿No nos hemos dado cuenta todavía de que las estrellas que nos cuelgan en la chaqueta del traje son adornos? Esas estrellas están pintadas a mano por los niños de preescolar; y ese es el valor que tienen, o quizá ninguno.
Nos estamos pudriendo.
Como sanguijuelas sin corazón, y nadie hace nada.

Pasado.

Tus ojos. Esos dichosos ojos que no consigo borrar de mi memoria. Maldita sea, aún te quiero. No puedo evitarlo, creí que lo superaría, que era fuerte, que podía con ello; pero no soy capaz, ni siquiera veo bien la pantalla.
Teníamos nuestros defectos, es cierto, todo el mundo los tiene. Y aún así me haces falta. Abrazándome, consolándome, demostrándome que estás conmigo, que el amor es cierto, que de verdad alguna vez me quisiste.
Dime que fue verdad, que no lo soñé, que era real. Que los abrazos eran sinceros, que aquellos besos eran de verdad. Dime que no era mentira, dime que de verdad esas promesas eran ciertas. Que pasaríamos la vida juntos, que nos quereríamos siempre, que siempre nos apoyaríamos.
Me lo prometiste, te miré a los ojos y me lo prometiste.
Ahora ni siquiera me puedo deprimir. No tengo tiempo, ni ganas. Quién quiere deprimirse.
Me dejaste sola, y me prometiste que nunca más me dejarías sola. Dijiste que nunca más me volvería a pasar, que nunca estaría yo sola contra el mundo, y mírame aquí, engañándome a mí misma...
Escribiendo un montón de palabras, rezando para que alguien se moleste en leerlas, pero nadie lo hará. Ni siquiera yo querré volver a leer esto nunca más.

Te echo mucho de menos. Es como si me estuviesen arrancando el corazón. No puedo olvidarme de ti. Cada película, cada lugar, cada pensamiento, cada canción, todo está relacionado a ti. Eres tú, dentro de mí. Y no consigo borrarte como si nunca hubieras existido.

No puedo dejar de repetir que eres un imbécil, un maldito imbécil al que amo. Más que a mi vida, al que como muy bien te dije más de una vez, iba a seguir queriendo igual, pasase lo que pasase. Así es. Me has dejado, con el corazón destrozado, y no he sido capaz de perdonarte. Ahora estoy sola, como me prometiste que no estaría jamás.

Y aquí estoy, repitiéndome una y otra vez, que me mentiste. Y yo confié en ti, te quise, te quiero y te querré.. Porque eres el puto amor de mi vida, y jamás podré olvidar tus miradas de imbécil cuando te quedabas embobado mirándome por la mañana, cómo sonreías feliz al verme reír como una idiota. Nunca, jamás, podré olvidarte.

martes, 1 de julio de 2014

Arder entre pesadillas.

Fuego.
Por todas partes.
No recordaba la última vez que se había enfrentado a una situación semejante.
Nada se podía comparar.
Ninguna película de acción, ningún videojuego de rol, ninguna estupidez que hubiese podido hacer hasta el momento.
Ni siquiera había tenido una pesadilla parecida.
Jamás.


Aquel muchacho, que superaría la mayoría de edad en noviembre, había vivido ya más que cualquier experimentado joven adulto.
Repetidas veces le habían preguntado por aquella cicatriz que le recorría todo el antebrazo izquierdo, y él siempre respondía el mismo silencio impenetrable.
Los peores momentos habían pasado, cierto, pero parecían no querer alejarse de su memoria.
En sus sueños todavía ardía.
Una y otra vez, aquella viga de madera se interponía entre él y su hermano pequeño.
No lo soportaba.
No podía soportarlo.

Isto non é normal.
A quen se lle conte.
Enviarme a terapia coma se vivise nunha película americana calquera.
O que hai que ver.
E todo porque non podo durmir polas noites, porque me esperto entre berros e porque me da a constante sensación de que o perdo.
Que se lle vai facer!
Son cosis.

El truco para sobrevivir en este mundo y cualquier otro, es tomarse la vida con filosofía.
¿Que te has quedado sin trabajo?
Cojonudo, más tiempo para comer dormir y frungir.
¿Que tu novia te ha dejado?
Perfecto, por fin podré ponerme en forma otra vez y dejar esa tripita de pareja estable.
¿Que te han cortado todos los dedos de una mano menos el pulgar?
Es imposible que nunca te cojan haciendo autostop.

...
Miña nai estaba desconsolada.
Pensaba que non o volvería ver nunca máis, que se quedaría orfa de fillo máis novo.
Meu pai non sabía que máis facer.
Abrazábaa coma se non houbese mañán.
Eu contemplaba o fume que saía por todas as ventás do piso de arriba.
O balcón estaba inaccesible, e na porta principal caera o marco da parte esquerda.
Taponaba a entrada, e o lume saía polo pouco espacio que lle quedaba.
Todavía podía escoitar a miña nai chorar e a meu pai intentando ser o forte da situación.
Pero eu non podía conformarme.
Non podía crer que se acabara de repente.
Que xa non o fose volver ver.
Era certo que era o máis pequeno e que en xeral sempre nos picábamos con tonterías de rapaces.
Pero era meu irmán, non podía permitilo.
O lume nunca fora tanta cousa.
Ata que o tes cubrindo toda a túa casa e o teu irmán queda encerrado dentro.
De pronto escoiteino.
Unha tos, seguida dun berro non demasiado forte.
Un mecanismo activouse dentro de min.
Xa non o soportei máis.
Mirei para meus pais, coma se non os fose a volver a ver, sorrín e non mirei máis atrás.
Botei a correr cara a porta, apartei a viga co brazo esquerdo empuxando con tódalas forzas que xamais imaxinei que puidera ter, apretei os dentes para condensala dor e entrei naquel inferno.
...
Nas películas vese todo moi fácil.
Os heroes entran na casa e deben ter un GPS, ou máquinas de visión especial para saber onde están as vítimas.
Pero eu a meu irmán non o atopaba, e empezara a agobiarme.
Aínda hoxe soño con ese momento.
O momento no que non o atopo.
Por fortuna ou por desgraza, meus pais berraban por min fóra, así que escoitar ao ferido facíaseme complicado.
Intentei pensar con claridade no medio da entrada, onde ardían as paredes e os mobles e todo o ardible, recollín toda a serenidade que puiden, cerrei os ollos, morrendo coa calor, e recordei onde o vira por última vez.
Corrín escaleiras arriba, tendo a sorte infinita de non atoparme con ningún impedimento polo camiño, e alí estaba el, tirado no chan, dándose a si mesmo por perdido.
Igual que meus pais.
...
Din que a forza psicolóxica é a que marca a diferenza entre gañar e perder.
Eu aquel día gañei un irmán.
E perdín a cordura.

domingo, 15 de junio de 2014

Amoríos surrealistas.

“Estaba esperando por ti”
“¿Ah, sí?”
“Toda mi vida”
Se despertó con una piedra atravesando su ventana.
Una bonita forma de despertarse, sin duda alguna, y el que se atreva a negarlo no ha estado nunca lo suficientemente mal de la cabeza como para querer a alguien.
Y querer suficiente a ese alguien para no romperle en la cabeza la piedra que rompió la dichosa ventana.
Ella se levantó con cara de “voy a mataros a todos por despertarme a estas horas y en sábado” y se asomó a la ventana para encontrarse con un personaje que no había visto en su vida.
No era el típico tío que veías por la calle a esas horas de la mañana a no ser que hiciese reenganche, pero a ella se le enmudeció la garganta y tuvo que carraspear para intentar recordar por qué iba a gritar hacía un par de décimas de segundo.
Él sonreía, como buen cabronazo:
-¿Me devuelves mi piedra?

Cuentan que las mayores historias de amor empiezan por cualquier tontería, yo ya he visto enamorarse a un conductor de la persona a la que casi atropella, casarse un pescador con la que pensó que era una sirena siendo ella náufraga… En fin, historias que parecen inventadas y que efectivamente y cómo no, lo son; pero conocer al amor de tu vida, sólo porque él decidió lanzar una piedra a una ventana al azar…
¿Al azar?
Alguien acababa de decir una tontería muy grande.
-Estoy hasta las pelotas de los números impares.
¿En serio? ¿Hablaba en serio?
Aquella mujer tenía que estar bromeando.
Porque para cambiarse de fila en el cine, tan solo por no estar sentada en una silla o escalera impar, era como mínimo, para pegarle y que sufriese entre terribles sufrimientos.
Él se fijó en ella, tan solo para saber dónde atizarle con el refresco en la cabeza, pero entonces se atragantó con el susodicho y le dio un ataque de tos.
No era la típica tía que te encontrabas fuera de casa en un lugar a oscuras a esas horas de la noche, pero merecía la pena haber tenido la gran casualidad de verla por aquellos lares sin acompañante masculino oficial.

Surrealista era el término.

-¿Tú crees que lo habrá hecho intencionadamente?
-Hija mía, tirar una piedra a una ventana, en un edificio lleno de ventanas, muy sin querer no es, no sé si captas lo que te digo.
-Pues expóngame usted su versión de los hechos.
-Yo qué sé, seguro que es un chalado que un día te siguió a casa para ver si se colaba y te violaba en el ascensor, hasta que se dio cuenta de que no tenías ascensor y cogió y dijo, pues me cabreo y le rompo la ventana.
-Ya no sé para qué te pregunto nada.

A veces las amistades nos comen el coco más de lo que nosotros ya de por sí hacemos, pero qué se le va hacer. Son cosis.

-Tío, te juro que aquello no era normal.
-Pero haberle dicho algo.
-¿Cómo? Si es que no paraba de hablar, de reírse y de comentar la jodida película.
-Pues qué quieres que te diga, tanto no te debió molestar si no le dijiste nada.
-Fijo que no es más que una cría que no sabe cómo comportarse en un lugar público, seguro que ni siquiera ha probado la ginebra…
-Lo que es seguro es que a ti te pasa algo con esa mujer, porque lo que piensas en ella no es normal.

Otras veces le dan la vuelta a las cartas para que veas cómo ganas la partida sin saber siquiera que estás jugando.

Se fue de allí en taxi, y mucho tuvo él que correr para averiguar donde vivía ella, pero el hecho de tener dinero para pagar otro taxi ayudó. Por no mencionar el hecho de que había hecho lo que siempre había querido hacer:
Entrar en un taxi y decir “¡Siga a ese coche!”

Muchas veces me he planteado cuantas tonterías se hacen por amor. Pero a veces se hacen tonterías por el simple placer de hacer tonterías.

Se planteó, repetidas veces y muy seriamente, si no lanzarle la piedra directamente a la cara, dada la maravillosa puntería que tenía.
Pero en contra de su voluntad pensó que sería un desperdicio, y se sonrojó nada más cruzar por su cabeza ese pensamiento.
No se pegó a sí misma porque él todavía la miraba intentando aguantar la risa, se le notaba.
El muy cabronazo.
Ya le caía bien.

Pero que muchas veces.

Hijos míos, os diría que así fue como se conocieron vuestros tíos, pero la verdad es que se conocieron después, cuando vuestra tía efectivamente le tiró la piedra tan sólo porque él le dijo que se vistiera que estaba llamando la atención.
La verdad es que estoy convencida de que habría sido divertido ver la cara de vuestra tía a esas alturas, pero es un momento que les pertenece sólo a ellos y al camarero del bar de en frente que lo vio todo.


martes, 25 de marzo de 2014

Nunca demasiado pronto.

Corro.

A la velocidad del viento, sin mirar atrás, acelerando según me alejo más y más.

Mis piernas son demasiado pequeñas para correr aún más, pero me esfuerzo y sigo avanzando, me alejo, huyo, ya no quiero más, no puedo soportarlo más, necesito irme de allí, olvidar el problema, me lo merezco, sólo quiero jugar.

Soy demasiado joven.

No puedo creerlo, aún no soy totalmente consciente de lo que ha pasado, tampoco puedo permitirme pensar en ello. Olvidé mi eterno compañero, mi peluche, más anciano que yo, allá de dónde huyo.

Con mi cara de niña, mis mejillas húmedas por las lágrimas y mis labios levemente separados para poder respirar, intento enfocar el horizonte, hacia donde estoy corriendo.

Me merezco algo mejor.

Es difícil asimilarlo, empezar de nuevo, dejarlo todo atrás, olvidarme del futuro, vivir tan solo el presente, sin saber nada del pasado.

Qué importa todo lo material, adiós juegos de niños, adiós errores sin consecuencias, adiós amor incondicional, adiós, adiós.

Necesito volver a soñar.

Recuerdo esos sueños, los que tenía en aquel espantoso lugar. Soñaba que me ahogaba, que ya no podía respirar, y que a nadie parecía importarle. Soñaba que volaba, y de pronto el aire era agua, y a mí nadie me había enseñado a flotar.

Me ahogaba, una y otra vez, presa de un agobio que me impedía vivir riendo, como siempre quise hacer, como siempre quise ser.

Por eso creo que aquí, lejos, muy lejos, puedo recuperar buenos sueños. Los primeros sueños que recuerdo, aquellos en los que de verdad volaba. Sueños en los que empezaba corriendo por un campo abierto, hacia el cielo estrellado, sueños en los que de pronto, a la vez que mis ojos miraban el maravilloso cielo iluminado, sin luna, yo comenzaba a volar, sujetando con fuerza mi peluche favorito, no fuese a caerse por culpa de esa dichosa gravedad.

Sonrío al recordar aquel sueño, se repetía.

Echaba a correr, sin motivo, de noche, siempre veía las estrellas, y volaba, sentía el viento donde ahora se acumulaban mis lágrimas, pronto secas, podía gritar, ya nadie me lo reprocharía.

Quizá no es más que miedo.

Debo superarlo, enfrentarme a ello, no importa que sea demasiado pronto, no importa que me sienta más insegura que nunca. Mi peluche ya no está conmigo, pero yo puedo hacerlo sola.

Puedo arreglar mi situación, puedo empezar de nuevo, dejar el camino perfecto por el que me intentaron conducir y correr oculta por una hierba más alta que yo.

Soy pequeña, muy pequeña, seis años me han enseñado a repetir que tengo; pero hay algo que se les olvidó enseñarme, algo realmente importante, y ahora, por fin, lo he entendido:

Ya no tengo miedo.

lunes, 24 de marzo de 2014

Escribir.

Muchas son las sensaciones sobre las que una escribe.

El escribir es perfecto para contar historias, desatar la imaginación, desahogar pensamientos con palabras aleatorias, u olvidarse del mundo exterior.

Sin embargo, parece sencillo imaginar lo que cada uno haría en ciertas situaciones: cómo reaccionar ante una infidelidad, perder a algún abuelo, vivir en un hogar sin amor, la recaída en las drogas, la impulsividad agresiva incontrolable…


Uno, por mucha imaginación que tenga, nunca puede saber cómo reaccionaría; puede imaginarlo, inventar lo que en su cabeza ocurriría, o decir de lo que se ve capaz, pero para nada, nada, se puede saber qué pasará.

sábado, 1 de marzo de 2014

Impulsos.

El mejor regalo que se le puede dar a una persona es y será siempre la libertad de la igualdad. Derechos humanos, aquellos que recogen que todos y cada uno de nosotros somos iguales y diferentes en nuestra imperfecta perfección.

Ya no más discriminación por color, por religión, por ideales, por sexo.

Plantéate por un momento que hubiese en realidad esa maravillosa igualdad que se podría ofrecer al mundo.

Piensa en el fin de las dictaduras, adiós a los gritos de sufrimiento, a los llantos de desesperación, a las innecesarias hambrunas, a esa muerte provocada por una enfermedad con cura.

Sueña con una realidad que regale a todos y cada uno de nosotros la felicidad de no ser juzgado, de tener las mismas posibilidades, de poder vivir donde uno quiera.

Imagina poder sonreír bajo la lluvia, o quizá bien calentito frente a una chimenea, o tal vez rodeado de tus seres queridos, quién sabe si durmiendo unas nueve horas sobre un mullido colchón.

Correr sin que te persigan, caminar con la cabeza bien alta, porque nadie puede minar quien eres, y porque más allá de toda pauta, de todo impedimento, de toda intolerancia, siempre volverá a nosotros nuestra auténtica naturaleza: la amabilidad y el compañerismo, la tolerancia y la compasión.

Ese impulso de abrazar a un pobre hombre con el corazón roto, ese impulso de compartir tu plato con una hambrienta mujer a la que han robado el único dinero que tenía, ese impulso de hacer reír a alguien al que solo enseñaron a llorar.


Siempre, siempre tendremos esa libertad de vivir, ese compañerismo, esa maldita alegría compartida, porque siempre triunfará nuestra bondad en la eterna lucha contra el egocentrismo.

sábado, 8 de febrero de 2014

Sábado, 08 de febrero de 2014.

Empiezas con un debate sobre política.

Criticas los comienzos de un país corrupto, que ya desde el inicio tuvo malos ingredientes para cocinar una democracia decente.
Destapas malos rollos entre los dirigentes de este barco directo al fondo del mar; dirigentes que acapararán los botes salvavidas antes de darnos cuenta.
Sigues con la historia económica que hay detrás del telón de los intereses políticos y descubres que no es más que una pantalla de humo.
Comentas los desórdenes éticos y morales de algún que otro monarca que no sabe retirarse cuando debe, al estilo de Alfonso XIII.
Disfrutas de unas risas a la espalda de un par de irrespetables torpes que iban para monos y se quedaron en cerdos sin escrúpulos.

Sigues con una distracción televisiva a media tarde.

Empiezas el desorden cerebral con una alusión a actrices recién salidas del horno.
Mencionas la calidad de las películas americanas marcadas por un mismo patrón.
Confirmas el aburrimiento incluyendo temas paralelos en dicha trama, porque en el fondo ya te sabes el final de la historia.
Te diviertes sacando los trapos sucios de algún actor que acabe de aparecer en pantalla.

Cambias de canal y con ello de tema artístico.

¿Habrá algún partido hoy o habrán decidido pasear esos millones por su zona residencial?

Vuelves a pensar en tu tiempo y en cómo ocuparlo.

Podrías disfrutar de un nuevo debate sacando el tema adecuado.
Barajas la posibilidad de perder un par de neuronas visualizando juegos comecocos en tu teléfono de última generación.
Piensas en la diversión que te podría proporcionar leer algún libro novedoso para recuperar viejas costumbres.
Acabas malgastando tu saliva en agradables charlas con familiares cultos que te enseñarán vida entre otras cosas.

Terminas el paseo.

Vuelves a casa dejando el maravilloso ambiente atrás, quemándose en la chimenea con aquellos viejos periódicos.
Asumes que siempre existe la posibilidad de regresar.
Decides hacerlo pronto, hacía tiempo que no aprovechabas la compañía sociable.
Compruebas que no estás del todo perdido en este mar tan fogoso, lleno de verdades mentirosas sobre temas que no te incumben en absoluto.
Tomas la liberación de buscar información sobre el mundo literario y profundo humano, al que quieres pertenecer.

Aprendes.

sábado, 25 de enero de 2014

Videncia tercera.

La verdad.

La libertad.

El amor.

La belleza.

Aquellos valores que nos quieren arrancar de nuestras almas, de nuestro corazón, de nosotros mismos.

Las palabras no son más que un medio para intentar expresar lo que ahora mismo siento. Un medio que no 
sé utilizar. Pero el sentimiento está ahí; en mi corazón, hay algo. Tristeza, tal vez.

Soledad, amargura, impotencia, pasividad.

Mi felicidad, normalmente presente todos los días de mi vida, quiere evadir su función en mi alma. En mi poder está dejarla marchar o no, y mi decisión es definitiva:

Un día sin reír, es un día perdido” dijo un genio una vez.

No pienso dejarla marchar. Sonreír es lo único que me queda, mi futuro, mis armas contra la injusticia y la esclavitud.

Mis ganas de gritar, de moverme, de volar, de huír, de enfrentarme, de convencerme de que ya pasó.

El superhombre de Nietzsche sería aquel que supiese ser un niño, pues bien, aquello es lo que pienso buscar el resto de mis días.

Más veces de las que he hablado he dicho, que nunca odié a nadie. Hoy lo defiendo, y cada día lo haré más.

Diferentes clases de personas me han dicho ya que desista, que me cargue mis principios, mi ingenuidad sobre el ser humano.

Me han traicionado, herido, manipulado, torturado, apresado y olvidado; y aún así todos y cada uno de los días de mi vida pienso mirar adelante.

Ver el horizonte como un camino, no como un fin.

¿La búsqueda? La eterna.

Nunca dejaré de creer que el mundo es bueno.

Nunca dejaré de creer en la humildad.

Nunca dejaré de pensar que tenemos corazón y mente.

Nunca dejaré de creer en un futuro mejor.

Nunca dejaré de levantarme sólo porque haya oscurecido.

Nunca agacharé la cabeza ante alguna injusticia.

Nunca me rendiré ante algo imposible, porque nada es imposible.

Nunca perderé la esperanza.


Y sobretodo, nunca dejaré de creer que todos los seres pueden sacar lo mejor de sí mismos y de lo que les rodea; que todos tenemos en nuestro interior la semilla de la felicidad común, de la libertad, de la belleza, de la verdad… Esa semilla que siempre está a punto de crecer, esa semilla que al cabo de muy poco tiempo, será el árbol que nos proporcione el abrigo que nos proteja y la naturalidad que nos consuele.

sábado, 18 de enero de 2014

Epanadiplosis.

Me duele el ano
Ano dominucus
Dominique nique nique
Ni que me estuvieses leyendo
Leyendo tus cosas me moriría
Moriría de solo ver tu primeras líneas
Líneas las de tus pezones
Pezones como escarcha
Escarcha en mi corazón
Corazón el de mi dedo
Dedo que te levanto
Levanto el dedo corazón escarchado
Escarchado mi ano
Ah, no
No me presiones
Presiones sobre tus tetas
Tetas como dos carretas
Carretas de ladrillos las que te lanzaba a la cara
Caradura es lo que eres
Eres una puta
Puta barata
Barata tu mamada
Mamada la que me vas a hacer
Hacer el odio
Odio mucho tu existencia
Existencia la que te sobra
Sobras.



lunes, 13 de enero de 2014

Claro que lo es.

No es nuestra lucha.

Porque es que nunca es nuestra lucha.

Jamás nos involucramos.

Un hombre muriendo de hambre en la entrada de un supermercado; no es nuestra lucha.

Miles de personas sin trabajo y al borde de la depresión; no es nuestra lucha.

Guerras por todo África y Asia; no es nuestra lucha.

La formación de una nueva ideología, siendo el Dios de esta el capital; no es nuestra lucha.

Pero se puede saber qué nos pasa.

Escuché, leí o vi en alguna parte que esta es la generación de la indiferencia.

Es imposible.

Es decir, no puedo creer que la indiferencia, lo que a mi modo de ver sería la involución del ser humano, la pérdida de lo que más maravillosos nos hace, sea ahora nuestro modus vivendi.

Quizá no quiero creerlo.

A pesar de todo, sigo encontrándome con excepciones. Esas personas que para variar, destacan por lo buenas que son y no por lo perversas y retorcidas que han sido sus acciones.

No sé cómo concienciar a esta juventud a la que pertenezco, ni a mí misma, que la edad poco importa y que ponerla como justificación ante una lucha que por supuesto es nuestra, es patético.

Sí, sin ir más lejos yo misma me siento como una niña repetidas veces (porque entre otras cosas aún lo soy) y esta sensación me hace sentir ridícula cuando intento mejorar o avanzar en mi pequeño mundo.

Quizá que se me ridiculice desde el exterior también aporta algo a esta inseguridad incesante que sólo se va cuando de verdad me importa algo.

No voy a culpar a nadie en mi nombre por lo que no hago y sé que debería hacer, porque la culpa es tan solo mía y lo sé mejor que nadie.

Escribo esto porque sé que la sensación de lucha contra la opresión sólo está presente muy de vez en cuando en mi cabeza, pero la indignación que siento hacia esta manipulación no es menor por mucho que intente ocultarla en mi rutina.

No tengo los mismos gustos que tú, querido lector, probablemente tampoco las mismas ideas, ni el mismo sexo, ni la misma edad, ni el mismo color, ni los mismos estudios, ni el mismo coeficiente, ni los mismos principios; y aún así, sabes tan bien como yo que somos humanos los dos, y que debemos defender que esto siga siendo así.


Porque en un mundo humano nadie sería espía. Antonio Buero Vallejo