miércoles, 28 de agosto de 2013

Rumbo.

El rumbo. Oh, Dios... Qué rumbo.
Quién quiere ver más allá de la acomodada vida capitalista que se nos ofrece.
Maldita sea.
No quiero un buen coche, no quiero una gran casa.
No lo necesito.
Dame compañía, pureza, realidad, compasión, amor, amistad, justicia, ética, moral...
Esa humanidad que parece que perdimos.
Esa humanidad que parece que perdimos por el camino.

viernes, 23 de agosto de 2013

Poca cosa.

No tiene ninguna importancia.

¡Grita, maldita sea!

Sonríe, es de lo que sirve vivir.

Vivir es el sinónimo de disfrutar de lo que uno hace.

Caminar bajo la lluvia, porque el paraguas se ha quedado en casa.

Está bien, esto no es lo mío.


Mejor seguir sintiendo cosas que intentando expresarlas con palabras.

martes, 6 de agosto de 2013

Nyx Azzurro

Nyx regresó a la realidad segundos antes de que el coche le rozase y le hiciese perder el equilibrio de la moto.
No usaba casco porque le agobiaba, no le dejaba respirar aire puro, el aire que cruzaba su rostro a toda velocidad.
Sus ojos eran verdes claro, con tonos de azul en los bordes. Ella no volvería a vérselos nunca más.
Aquel día se había distraído más de lo normal, Tiff la acababa de dejar, tirando por la borda todas esas promesas de amor que se habían hecho, las tardes que habían pasado juntas... Y a pesar del dolor de la ruptura, le dolió más saber que jamás volvería a verla.
Nyx Azzurro era castaña y llevaba el pelo despeinado del todo, estropeado. No se lo peinaba desde la semana anterior, aproximadamente.
Era largo, y le regalaba un toque atractivo que combinaba a la perfección con su voz, la cual estaba hecha a su medida.
La moto había sido un regalo, de Tiffany; la que ese mismo día había roto con ella alegando que la relación no era la misma y que no podía seguir fingiendo el amor que ya no sentía.
Con el tiempo Nyx lo aceptaría, pero el golpe había sido más duro incluso que el del asfalto.
Tres días después se despertó creyendo que la noche la envolvía, y en cierto modo así sería hasta el día de su muerte.
Mediodía, y Nyx no dejaba de llorar en silencio. Meses, meses estuvo primero en el hospital, luego en un albergue, y luego en un piso alquilado que sabía no le serviría para nada.
Allí conoció a los dos futuros amores de su vida: su perro Calcetín y su futura prometida Siley. Ambos la acompañarían en el camino de reconocerse, aceptarse y quererse como era.
Nyx escuchó la voz de Siley como si la luz del sol volviese a brillar para ella, y el cariño que Calcetín le regalaba cada vez que jugaban le suponía un lavado de cara (literal).
La depresión se había escapado por la puerta de atrás gradualmente. Un montón de buenas cosas le habían empezado a ocurrir y las apreciaba mucho más que antes; como si el valor de estar viva hubiese aumentado tras el accidente.
Últimamente no le daba tiempo pensar en el pasado, la garra que Tiffany había dejado en su corazón siempre estaría ahí, pero pronto saltaría Siley con sus confortables canciones caseras para mecer el corazón de Nyx con más amor que todos los amantes del mundo, quizá un poco más.
La experiencia le había enseñado, por fin, a ver el lado bueno de las cosas.



Nyx Azzurro