martes, 15 de julio de 2014

Fría no, lo siguiente.

Levantar la cabeza. No importa. Separarla de los hombros de vez en cuando viene bien.

Empieza el día de forma interesante, la verdad.

Arranqué otro de los trozos de cristal de mi tejado.

Vivo en el mar. Literalmente. Esto se pone hecho un desperdicio cuando sube la marea, menos mal que últimamente lo hace poco. Pero en la próxima luna llena lo voy a tener jodido.

Bendito ático que me resguarda.

Recuerdo el día que construí esta dichosa chabola con la basura que encontré en esta misma playa.

Acababa de coger cuatro chorradas del chalé, me había despedido de mi hermana, y había abandonado allí el coche.

Me iba de casa. Y mis padres no estaban demasiado a favor. Cada vez que me acuerdo no puedo evitar sonreír.

¿Todos nos vamos de casa tarde o temprano, no?

El ático tiene un techo de cristal. Son diferentes cristales que con los temporales aguantan cada vez menos, pero no sé cómo, aún me protegen cuando llueve. Porque llueve a su padre.

Lo mejor de haber construido mi propia casa, es que está hecha a mi medida. Literalmente. Mira que es pequeña la jodida.

Cuentan las leyendas que toda buena historia empieza con un príncipe, una princesa, y esas cosas nazis que no suelen interesarme demasiado, pero mi historia empezó ese maravilloso día.

Aquel cristal, el que arranqué, ampliaba la ventilación del ático, y teniendo en cuenta la presión de aquel malnacido día, era buena cosa.

Todas las noches me tiro en este roído colchón con las manos en la nuca, sonriendo a las estrellas, deformadas por las diferentes grietas entre cristales, excepto cuando las nubes deciden arroparlas.

A veces me gusta tirarme del ático a la arena, directamente. Hay un pequeño acceso, que mira al mar, con una puertecita interesante, que, obviamente, se abre y se cierra.

Tengo que hacer algo con los libros que se me acumulan en las esquinas. Y eso que pocas esquinas tiene esto.

Me apetece fundirme con el mar, ¿lo haré? No respondáis, lo voy a hacer. En breve. Si es que me llama. No es una duda. Efectivamente me llama.

Agua. Fría. Congelada. No, lo siguiente.

Cualquiera no se despierta por las mañanas con esto.

¿Quién necesita despertarse por las mañanas?

Sin trabajo, con unos estudios sin finalizar, una formación escasa en el arte de vivir, y con las pelotas de vivir sola en la puta playa.

Así soy yo.

Por lo que arrancar un trozo de cristal que refleja la luz del sol apareciendo por encima del mar como cada mañana, solo me recordaba ese maravilloso mundo en el que vivo.

Tocar la guitarra española, sentir la música, cerrar los ojos, compaginar el ritmo al mar, tener que levantarse corriendo para no mojarse los pies.

Esto es vida.

Tengo un par de libros sin acabar. Sin acabar de empezar. Ah, y los que estoy escribiendo yo. Que están empezados. Pero sin acabar. Y eso.

¿Comida? Eso no sirve pa’ na’.

Poco voy a durar así, me gritaron cuando me fui.

Y puede que tengan razón, porque una vida sin muerte no sería ni la mitad de interesante.

Pero oye… ¿y las risis?

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