lunes, 13 de enero de 2014

Claro que lo es.

No es nuestra lucha.

Porque es que nunca es nuestra lucha.

Jamás nos involucramos.

Un hombre muriendo de hambre en la entrada de un supermercado; no es nuestra lucha.

Miles de personas sin trabajo y al borde de la depresión; no es nuestra lucha.

Guerras por todo África y Asia; no es nuestra lucha.

La formación de una nueva ideología, siendo el Dios de esta el capital; no es nuestra lucha.

Pero se puede saber qué nos pasa.

Escuché, leí o vi en alguna parte que esta es la generación de la indiferencia.

Es imposible.

Es decir, no puedo creer que la indiferencia, lo que a mi modo de ver sería la involución del ser humano, la pérdida de lo que más maravillosos nos hace, sea ahora nuestro modus vivendi.

Quizá no quiero creerlo.

A pesar de todo, sigo encontrándome con excepciones. Esas personas que para variar, destacan por lo buenas que son y no por lo perversas y retorcidas que han sido sus acciones.

No sé cómo concienciar a esta juventud a la que pertenezco, ni a mí misma, que la edad poco importa y que ponerla como justificación ante una lucha que por supuesto es nuestra, es patético.

Sí, sin ir más lejos yo misma me siento como una niña repetidas veces (porque entre otras cosas aún lo soy) y esta sensación me hace sentir ridícula cuando intento mejorar o avanzar en mi pequeño mundo.

Quizá que se me ridiculice desde el exterior también aporta algo a esta inseguridad incesante que sólo se va cuando de verdad me importa algo.

No voy a culpar a nadie en mi nombre por lo que no hago y sé que debería hacer, porque la culpa es tan solo mía y lo sé mejor que nadie.

Escribo esto porque sé que la sensación de lucha contra la opresión sólo está presente muy de vez en cuando en mi cabeza, pero la indignación que siento hacia esta manipulación no es menor por mucho que intente ocultarla en mi rutina.

No tengo los mismos gustos que tú, querido lector, probablemente tampoco las mismas ideas, ni el mismo sexo, ni la misma edad, ni el mismo color, ni los mismos estudios, ni el mismo coeficiente, ni los mismos principios; y aún así, sabes tan bien como yo que somos humanos los dos, y que debemos defender que esto siga siendo así.


Porque en un mundo humano nadie sería espía. Antonio Buero Vallejo

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