jueves, 29 de marzo de 2012

Un billete para el infierno, sólo ida.

Ha, ha, ha. Ríete, maldito malnacido. Oh, por favor, no debo decir tacos. ¡Demonios, rayos y centellas! 
Sin duda no llegará el momento en el que esa conversación tenga lugar.
Estáis, todos, locos.
Os clavaré en una maldita estaca y bienvenidos a una nueva conversación:
-Drácula, locos, locos, Drácula.
Os juro por todos los dioses que jamás hayan existido, por el Gran Señor que se divierte en su columpio, por los muchos brazos de Shiva, por la madre que os parió y el padre que os plantó; que no volveréis a salir vivos del más oscuro, tenebroso, y jodido lugar llamado planeta Tierra.

Digamos por alguna razón, que yo soy la que manda.
El diablo, Satanás, Belcebú, El Señor Oscuro, el demonio, Azazel, Mefisto, la serpiente, y probablemente la que más os tentará hacia mi querrido hogar por una muy famosa autopista.
Os prometo no poner límites de velocidad.
¿Me estáis vacilando?
No.
Os estoy puteando yo a vosotros.
Chiflados, chiflados, chiflados.
Rupelstinkin debería haberos violado de pequeños.
Pero vuestra madre era muy lista, otra chiflada. Por la cabeza de quién cabe imaginarse el nombre de este enano.
Por la de su madre, seguro.
Los padres me caen mejor.
Son más fáciles de atraer.
¡Iros al cielo y atragantáos con arcoiris!
Prometo clavaros afiladas dagas en vuestro más oscuro corazón. No sois más que todo lo que me habéis puesto por nombre. ¿Humilde? No. ¿Malnacido? Como todos vosotros. ¿Traidor? Un ángel no cae del cielo así porque sí. ¿Divertido? Espera a ver mis cuernos. ¿Tentador? La misma respuesta. ¿Pecaminoso? Me gustan las manzanas. ¿Asesino? Ojo, que araño. Rarrrr. ¿Mentiroso? Pero qué guapa te ves con esa blusa. ¿Fogoso? Incendié lo in-flamable.
Pero no entenderéis jamás lo divertido de todo este asunto.
Yo puedo seguir viviendo en esta eterna autopista, conduciendo un autobús vacío y lanzando flamables botellas a mi alrededor para maltratar felices caravanas.
Vosotros, hé, vosotros caeréis a mi hogar. Allí os abrasaré, y maltrataré. Jugando solo yo con vuestras inútiles vidas. Entonces maldeciréis, y no precisamente con ese nombre, no.
Recordaréis aquellos tiempos en los que tuvisteis un hogar aguado, empapado y tan poco sensual, irónicamente.
Estúpidos, sois estúpidos.
Cucarachas estúpidas, no sobreviviréis ni a vuestro propio exterminio. ¡Ahí está lo divertido! Me reiré de vuestras podridas caras desde la ventanilla del conductor. Quizá os invada con zombis cuando no quede nadie que piense con locura. Creeréis que os habéis salvado, que ni la más mínima ráfaga de corrupción queda en vuestro ADN. 
Qué equivocados estáis, queridos.
Rodaréis, claro que sí, por un agujero, unas escaleras mecánicas en dirección opuesta, una montaña rusa japonesa, os colgarán con hilo dental para cuando veais la muerte de cerca ella os salude y vosotros caeréis de nuevo, vivos, pensando estar libres. Ingenuos. Un hacha puede solucionar ese gran problema.
Juguemos.


miércoles, 28 de marzo de 2012

El cielo en la tierra.

Mar. Cuya infinita existencia podría fácilmente estar baseada en los billones de millones de lágrimas que este planeta han atravesado. Puedo imaginarme como los más antiguos portadores de sentimientos, descubriendo las emociones mucho antes que el fuego y sus contradicciones.
Sintiéndose atrapados por la fría garra de la tristeza que las entrañas encoge como si en su poder estuviesen. Bellas y tristes uñas que se clavan en pulmones y corazón. Hacen sangrar a su vez el brillante corazón, llorando rojo. Soy la primera humana, mágico es el reflejo que el agua produce, mágico es mi cuerpo por producir espejos naturales, y no sólo mi mente y ser lloran por vez primera.
Sentí la necesidad de ahogar estos brillantes reflejos en la piel de una compañera. Como tontos sin expresión nos tocamos las mejillas mutuamente, toda la pequeña multitud se forma a nuestro alrededor. Mi amiga y viento de la mar abraza torpemente mis hombros, atrayéndome. Deformes rostros, jóvenes y primeras vidas. Nuestros compañeros y los compañeros de tiempos pasados se dejan contagiar por la amargura. Pronto estalla el llanto. Nuestra voz sale a la luz y nuestro cerebro aún no está preparado. Algunos elevaban húmedos ojos a azul cielo, borroso. Otros se golpeaban el abdomen como si fuesen en busca del fin, del fin del sentir, sin probar a pensar.
Nuestros labios se forman en una frágil línea curva, la primera que veo. Mis dedos se dirigen a esa extraña y nueva línea con los ojos muy abiertos, comienzan a secarse pero aún brillan con sentimiento. Podía tocar la imagen. Mi otra mano me cerró los párpados mientras probaba a dibujar, como en la arena.
De pronto aquello se extendió hacia aquella formación extraña en mi cara que eran mis labios. Estaba atragantada sin aire, ni saliva, pudiendo respirar. Apreté fuertemente el cuello, dolió, grité. Y mis oídos parecieron gritar a la vez. Equilibrio frágil. Caí.
Las seudopersonas de mi alrededor no escuchaban. Al fin y al cabo, no había nada que escuchar. Mudos gritos de auxilio que sólo unos ojos entendían. Los demás se tocaban párpados y mejillas, saboreaban lágrimas, se quejaban en silencio. En alguna parte de la sala hubo golpes. Un leve desprendimiento nos obligó a correr fuera.
Llovió.
El cielo también lloraba. Hacía frío. Pero la desconfianza sin nombre no nos dejaba entrar en tierra. Subimos, todos a un tiempo, mientras alguno llamaba la atención indicando el camino. Nadie le miraba.
Altura, en lo más alto.
Giramos sobre nosotros mismos.
Esta vez el individuo me poseyó, creyéndome única en medio de grandes imitadores. Mis ojos, ya olvidados, dibujaron el mar lejos. Muy lejos. Volví a gritar.
Me agarré a un cuerpo, resultó ser conocido. Mi rostro denotaba terror, el más puro terror. Cual infante alma supliqué a la tierra y el cielo que aquella arena azul no me asustase. Pero el conjunto ya discrepaba.
Días, noches, días, noches. Caminamos hacia la arena azul. Casi nadie dormía para no dejar de vigilar. De vigilar aquel asustadizo cielo en la tierra.
Alcanzamos mi querida arena, con la que habría dibujado. Habría dibujado nuevas formas, curvas uniformes.
El gran azul me llamaba. Recuperé fuerzas y corrí. Me enfrenté a mis miedos y vencí. Logré unir la más hermosa curva a las garras que el agua en mis ojos provocaba. Descalzos pies, blanca arena. Lucía el sol, frío sol. Lenta, muy lenta me fui acercando con miedo. De repente algo mucho más frío amenazó con tragarme, algo que ya no era azul. No me gustaban los escalofríos.
Algunos locos siguieron caminando, y pude ver como se perdían en el salado azul. Yo huí.
Gracioso. Todo era muy gracioso. Allí me dormí, encogida y abandonada. El agua me despertó. De pronto vino a mí la imagen y dibujo de un montón de lágrimas. Volví a sonreír, dándole ese nombre sólo en mi mente. No era más que un dibujo y un sentimiento. Una montaña increíble. Una montaña plana. Elevé la mano, alcancé el agua pensando en su tacto, pero la atravesé.
Un arrebato se apoderó de mí, como si una muñeca fuese. Levanté mis miembros y caminé hacia el cada vez más oscuro azul. En cierto momento dejé de respirar inflando las mejillas. Abrí los ojos dentro del azul y lo supe.
Supe que allí no podría llorar.

lunes, 26 de marzo de 2012

Para mayor comprensión, leer de abajo arriba.

-¡Que triunfe el arte y su inclinación a las sonrisas!
-Me cae bien Vincent.
-Viajaría en el tiempo y se lo regalaría a Van Gogh.
-Lo robaría.
-Ojala pudiese tocar un violín Stradivarius.
-Que no meten nada.
-Métodos.
-He de viajar allí de todos métodos.
-Lástima que Italia esté tan religiosizada.
-Mediterráneo.
-Y del amor que allí se respira.
-Y me acordaré de las góndolas.
-La ciudad del agua.
-Quiero ir a Venecia.
-Su típico E.T.
-Su típico platillo volante.
-Con su típica cabeza deforme.
-Eso ya sería muy de alienígenas.
-No he visto en mi vida a nadie realmente verde.
-¡La gente es increíble!
-Me parece que es el color de la enfermedad.
-Al igual que el verde.
-Es curioso.
-El ser ordinario no está para nada relacionado con el orden.
-Igual que las moscas.
-Me ponen de los nervios.
-En serio.
-Me desconcentran las caritas que se hacen con letras y símbolos.
-Qué rica.
-Maldita agua azul-no-azul.
-Tengo sed.
-Interesante.
-La letra a tiene flequillo, es la misma persona que la u pero con pelo.
-Debería andar más.
-Me caen bien los indios.
-Fácil.
-¿¡Dónde están vuestros piratas!?
-Hippies.
-Otra vez los Beatles.
-Amor, amor, amor.
-De ahí viene mi cabezón.
-Soy una cabezuda, y muy terca.
-Apenas si me coge el cuerpo desde las tetas a la cabeza.
-Qué ventana más pequeña.
-Oh, maldición, para que crezcan.
-Tienes que hablarles, cantarles o tratarlas con cariño para que canten bien.
-¡Las plantas también tienen sentimientos!
-Los peces son amigos, no comida.
-Qué cosa más rara.
-Aunque vivo con miedo de que vengan a por mí por no ser un tiburón vegetariano.
-Me gustan los langostinos.
-¿Cómo se suicidaría un pez?
-También tienen derecho a amargarse.
-Bueno sí, pero no.
-Los peces payaso no tienen gracia.
-Me siento como una gaviota.
-Mío, tuyo, mío, mío, mío.
-¡Posesivos!
-Sin embargo, mi querido sexy, mi azul, con el que hablo ahora, sí se merece la verdad y toda la sinceridad del mundo.
-Que ninguna de ellas son ni mis padres, ni el negro.
-Aunque, además de crear una realidad paralela, hay personas con las que la sinceridad es mucho mejor.
-Son piadosas.
-Me gustan las mentiras.
-Es mentira.
-¡Ahá!
-¿Es con ge o con jota?
-¡Jé!
-Un conejo que no sabía ligar.
-Ahora que lo pienso, era muy gracioso.
-Tambor me caía bien.
-(Nooooo)
-Siempre tengo la razón.
-Porque yo lo digo.
-Puedes hacerlo todo bien.
-Diez.
-¡Brillante!
-Interesante.
-Morfema derivativo sufijo no apreciativo que indica llena, de color.
-Porque es cuando me pongo colorada.
-Creo que rojo.
-No sé qué color tiene la vergüenza.
-Creo que era demasiado guay para caerle bien a alguien.
-Molaban.
-Tenía unos sueños muy raros por aquel entonces.
-Con la inocencia del momento, se referían a mi delgadez.
-Así, en inglés, me llamaban de pequeña.
-Salchicha.
-Palabra rara.
-Soez.
-Luego tendré que ir a limpiar.
-Parezco un pulpo.
-Sigo teniendo tinta en los dedos.
-Me pregunto si llevará corbata de vez en cuando.
-Mr. Blue sky
-Ni bendita, ni maldita.
-Es la música.
-Y no es el inglés.
-¡Existe un idioma universal!
-No me gusta decir tacos.
-Me gusta cantar.
-Casi me quemo.
-Frío mar, calurosa arena.
-La última vez pensé que me daba una hipotermia, pero no quería salir del frío mar.
-Aunque a veces se me pongan amarillos.
-Me gustan mis pies.
-Calculé en la oscuridad de la noche y me dejaría sin pies.
-Una vez pensé que se me caería encima.
-Se movía y hacia ruidos raros cuando caminabas cerca.
-Él mismo era el monstruo.
-Mi armario nunca tuvo monstruos dentro.
-Incluso los seres olvidados pueden sonreír de verdad.
-¡Felicidad!
-Y de que las gaviotas dejen caer algo asqueroso sobre mí.
-Tengo miedo de no poder ver más el mar.
-Huele a verano.
-Confundo las ges y las jotas.
-Pero aún me cogen en las manos.
-Me han crecido las tetas.
-De esos que se ponen en las tetas.
-Creo que es una especie de chapa.
-Ni una asignatura cuyo objetivo me es desconocido.
-No es una contraseña.
-Quiero un pin.
-Buena comparación.
-La noche es la real, cuando el día es la vida.
-Porque desde el espacio el cielo es oscuro y casi negro.
-Que es azul sólo desde esta perspectiva.
-El cielo.
-Malditos clérigos plagiadores de metáforas.
-Oh, espera.
-Símbolo no religioso.
-Pero el azul del cielo, es bello.
-Ahora sí que me gusta el azul.
-Que yo sepa.
-Arco vale, pero Iris era una amiga mía, y no tenía de varios colores la piel.
-Me pregunto de dónde vendrá lo de iris.
-Veo el principio y el final, no como en el cielo azul o los arcoiris.
-Me gustan las cascadas.
-¡El mundo es plano!
-Puedo ver las luces de todo el planeta en mi horizonte.
-Impresionante.
-Para ampliar el horizonte de diversión que ya se me hace pequeño.
-¡Sí!
-Debería aprender a bailar.
-Maravilloso e irrepetible.
-¡Es fantástico!
-La esencia de uno mismo se recoge en su nombre, o mejor, en lo que este nombre significa para quien lo escucha.
-¡Estoy viva!
-Infinito más uno.
-Cuyo significado es aún más infinito.
-Muy grandes.
-Palabras grandes.
-Hay palabras.
-Qué bonito es vivir.
-¡Quiero cantar Hakuna Matata!
-Y a Pumba.
-Y a Timón.
-Claro que a lo mejor conozco a Simba.
-Creo que paso allí dos semanas y me quedo sin algún diente.
-La jungla es impactante.
-En realidad quieren jugar.
-Es mentira.
-Te dirán que quieren devolverte el jarro de agua fría.
-Corren a por ti.
-Entonces se puede ver cómo se iluminan y se abren las ventanas, se escuchan melodías, melodías convertidas en risas felices.
-Unas almas solitarias y aburridas, hasta que les lanzas agua encima.
-Las ventanas del alma.
-Las sinceras, las de los ojos.
-Adoro las sonrisas.
-¿Por qué tan serio?
-De acuarios, por favor.
-¡Otra ronda!
-¡Eleva tu vaso!
-Tengo tinta en las manos.
-La saco de la botella y vuelve a ser normal.
-No me gusta.
-Pero azul, azul.
-Tengo agua azul.
-Me caen bien los zorros, los animales, de cuatro patas.
-Tatararará.
-¡Vivan Los Beatles!
-Es todo lo que necesitas.
-Todo lo que necesitas es amor.
-Creo que tengo hambre.
-Me gusta el café con leche.
-También me gustan los negros, aunque el único que conozco es un estúpido hipócrita café con leche.
-Me gustan los hippies.
-Sería curioso ver a estos dos grupos juntos.
-Había que colgarlos, o dejarlos a merced de los hippies.
-Hay tantos que fingen serlo sin disfraz alguno.
-¡Me río de los piratas!
-Es divertido a rabiar.
-Son buenos y malos a la vez.
-Me gustan los piratas.
-Piratas.
-Al fin y al cabo, a quién le molesta que haya decidido ser un cartel de propaganda, una violinista sin metro, un ciego que ve o una de las tres mellizas.
-Fingiendo sin herir, siendo todo una gran broma.
-Un juego en el que te diviertes fingiendo.
-Es un juego.
-Me gustan los disfraces.
-Quizá me gusta disfrazar la relativa verdad.
-Utilizo muchos calificativos.
-Hablo del sentimiento, malditos seres tergiversadores de las más bellas confesiones.
-Incluso amar se puede hacer al revés.
-Escribir, hablar, sentir, escuchar.
-Todo puede hacerse al revés.
-Sabias palabras.
-¿A quién le importa?
-Un presente anterior.
-Eso decían hace un tiempo.
-¡Carpe Diem!
-Qué más da eso si dentro de unos siglos las palabras habrán cambiado de forma por completo.
-Interesante dilema.
-Por cierto, ¿en castejano boda es con be o con uve?
-Absorve mi tiempo de forma impresionante, y no quiero que deje de hacerlo.
-Ahora ha vuelto a suceder, se ha acordado de mí, y espero que no llegue tarde a mi boda.
-Fue fantástico despertarse y leer esas frases de amor que sólo una persona puede proporcionarle ese sentido.
-Me entraron ansias insaciables de hacer algo, innovador, divertido e inolvidable.
-Hoy me han entrado ganas de ser diferente, luego me he dado cuenta de que ya lo soy, y luego supe que no me hacía falta serlo, de ninguna de las maneras.

sábado, 17 de marzo de 2012

Los protectores del universo.

Hay tantas historias sin nombre, tantos lugares sin conocer por nosotros y bien explorados por otros.
Sois la hermosa luz de una gema sin tallar.
Sois la brillante esperanza de un futuro sin bondad.
Sois la realidad de un mundo seco, inundado de la más triste contaminación.
Sois la locura en este universo de cuerdos.
Sois los protectores de la enferma Tierra.
Vosotras, dulces historias de un amanecer sin fin.
Vosotros, lugares desconocidos cuyos secretos jamás serán descubiertos porque así debe ser y será siempre.
El sonido del viento os acompañará con fuerza en la sangrienta batalla de las palabras. Donde cualquier letra es profunda poesía.
Pensad en que debéis alzar, siempre con seguridad, ese débil y olvidado mentón.
Los padres de la creación ya no cuentan cuentos, ya no se internan en aventuras con sus olvidados hijos del amor, ya no viven su sueño. Porque olvidaron que alguna vez lo cumplieron.
Un nacimiento cualquiera provoca un sinfín de contradicciones. Amor y preocupación, tristeza y alegría, euforia y responsabilidad.
Una raza prodigio, cuya capacidad se encuentra en los límites del mínimo esfuerzo. Esa raza egoísta que ya no piensa más que en odio, desconfianza, aburrimiento, soledad y amargura.
Quién ha roto sus corazones, quién les ha obligado a olvidar la belleza de su mente, quién se olvidó de enseñarles lo mágicos que son sus sentimientos. Quién les hizo dejar de soñar.
Los protectores del planeta, los defensores de la vida, los creadores de esperanza. Los mejores guías del corazón.
Protectors of The Earth

viernes, 16 de marzo de 2012

I'm gonna be (18 de enero de 2012)

Esta mañana me desperté bipolar. Debería poder poner mi música a todo volumen sin contemplaciones. Mandando a paseo la convivencia. Caminando, aún sin vestir, con gestos exagerados de brazos. Cantando mientras: "When I get drunk, well I know I'm gonna be..."
Hay tantas perspectivas, tantos fastidios, tantos quejicas, tantos muertos, tantos vivos... Que ante todo, lo que siempre, siempre, siempre, pero siempre... He olvidado lo que iba a decir.
¡Qué importa eso! Anoche descubrí algo mucho más importante. Algo terriblemente desconocido para mí... Me río como un científico malvado gordo y comunista. ¡Sublime! No podía parar de reír, y no tenía porqué. Asusté a las complejas mentes de mi madre y abuela, e hice reír a mi querida hermana.
Sólo alguien inocente, sonriente, optimista y abierto mentalmente podría entender como ella hizo, la felicidad sin motivo que a veces recorre cual escalofrío, nuestro cuerpo y corazón.
Y no es que el corazón no pertenezca al cuerpo; es que tiene vida propia.
¡Viento! El maldito viento que sé cuela por donde no debe y sí. La felicidad espontánea es como el viento.
Incontrolable, temible, desordenada, incalculable, indomable, desconocido su color...
Está bien. Esta última observación es falsa. La felicidad es como el arcoiris. Y si me apuras, azul, como el cielo.
Hoy el cielo estaba blanco. ¡Sí! Creía que era un mito eso de las nubes blancas de los dibujos, ¡pero no! ¡Son reales! Y hoy cubrían todo el cielo. Asustaba. Cielo blanco. Incoloro. Dónde sé ha visto.
Prefiero el azul claro que parece pertenecer a tus ojos cuando lo miras. ¡Asombroso! Y como el arcoiris, no puedes saber ni de dónde viene, ni a dónde va. Aunque cuentan las leyendas que hay tesoros de toda clase al final. Mentiras, todo mentiras.
Esas leyendas son cono el cristal. Te acercas observando el otro lado, te acercas, te acercas... Y te das de bruces con el transparente objeto, rompiéndote la nariz en el mejor de los casos.
De quién sería esa brillante idea. Bueno, he de admitirle una utilidad. Es el único lugar en el que puedes apostar por la gota de lluvia más rápida. Estoy despeinada, como de costumbre. Creo que un día de estos me tiraré de los pelos hasta arrancármelos. Luego los miraré y me daré varios golpes contra la pared, no precisamente indoloros. Todo aquel que quiera colaborar, que envíe todas las pelucas que pueda a: "En el fin del arcoiris 13". Las venderé y usaré el dinero para comprar pelo de caballo e inplantármelo.
¡Fuera imágenes mentales!
Y el fin de esta comedia que es el breve resumen de mi día, afirma que, sería capaz de andar 500 millas, y 500 millas más, sólo para ser la mujer que anduvo 1000 millas para caer ante tú puerta.

Mondo Bongo.

Últimamente me han entrado ganas de aprender a bailar.
Por alguna que otra circunstancia, recordé cómo un ser querido me había mencionado que a veces, los latidos del corazón corresponden al ritmo de la música que se escucha.

Ahora sé, que, después de todo, estuviese bromeando o no, aquella frase me gustó. Denotaba algo bello, algo que podría ejemplificar muchas palabras innombrables. La música no es más que un montón de notas pronunciadas.

Las palabras, son música. A veces su sonido es terrible, obligándonos a querer levantar las manos hasta taparnos con fuerza los oídos, procurando no oír absolutamente nada más que los acelerados latidos de nuestro corazón.

Pero la música, de todos los colores, puede llevarte hacia el cielo volando como solo algunas drogas conseguirían, puede hacerte soñar lugares inimaginables, puede mostrarte nuevos sentimientos sin nombre como a veces presentamos al amor.

Ante todo, la música, técnicamente, no es más que un conjunto de sonidos producidos por algún instrumento o cuerda vocal; aparentemente, nuestra psique puede percibirla de cualquier otra forma.

Mi forma de verlo, no es más que pastelosamente, dejándome llevar para sonreír, marcando el ritmo, e intentando aprender a bailarlo.

jueves, 15 de marzo de 2012

El Fin del Tiempo.


Su situación no podría ser más reprochable. Ante todos los años, todas las vidas por las que había pasado, todas sus experiencias sin concluír. Terminó cayendo en el más simple de todos los fallos. Quién podría decir que le influiría tanto una leve pero constante compañía de un ser tan estúpido en ocasiones y tan amable en muchas otras.

Decorando su pequeña cabina más grande por dentro debería haber millares de fotos con la cantidad de acompañantes voluntarios que había tenido. Sonrisas por doquier. Alguna que otra vida destrozada que comenzó en el mismo día en otro tiempo. No podía ser otra cosa que magia pura. Porque los alienígenas no existen. Y esto hizo reír al hombre por cuya mente cruzó este pensamiento.

Muchas mujeres, la mayor parte no simples. Encantadoras mentes complejas que le habían salvado la vida en incontables ocasiones. Cruzó por su vista todos los rostros, todas las miradas, todas las risas, todos los silencios, todo.

No podía creer que todas ellas y ellos, que en sus vidas ha habido de todo; le hubiesen roto el corazón de alguna forma. Porque él quizás hubiese segado vidas, tal vez fuese demasiado temido ya y debiese arreglarlo, pero ante todo sus dos corazones tenían derecho a ser compasivos de vez en cuando y que fuese recíproco alguna vez.

Tenía que irse de nuevo. A salvar el Titanic volador de estrellarse contra el Palacio de Buckingham, secar el mismísimo Támesis para exterminar a toda una especie que merecía tanto como él vivir, pero había sido necesario por la misma supervivencia de la humanidad al completo.

Miles de sacrificios había cometido en sus once vidas, y la mayor parte no serían jamás recordados. Por un motivo u otro, siempre perecería en la memoria. Pero esta vez, esta vez era diferente.

Se encontraba para variar, en las afueras de Londres, recostando su espalda en la puerta de una cabina azul de policía. Esperaba a que sus compañeros saliesen de una vez para ir en busca de lo que fuese lo que les esperaba. Esta vez, sería temible. Un encontronazo con su pasado. Y no estaba preparado.

Nunca llevaba armas. Nunca había llevado y jamás llevaría. Demasiadas muertes había ya sin ellas. Así pues, ambos compañeros salieron de dicha cabina vestidos de forma bastante cómica, no había que juzgarlos, no sabían a lo que se enfrentaban.

-¿A dónde vamos?

Dijo la mujer con total convicción de estar haciendo lo correcto, seguida por su fiel compañero. Ambos estaban listos para echar a correr, buena falta les haría. Él no dijo nada, ni siquiera respondió a dicha pregunta. Se dispuso a andar hacia el pequeño edificio que tenían delante. Parecía un cuchitril que probablemente albergaría algún que otro adicto al chocolate. Y no al sano precisamente.

Su rostro era pura seriedad, quién sabe lo que les esperaría. Nunca le habían visto tan callado durante tanto tiempo, sin responder preguntas o afirmar peligro. Era realmente extraño. Llegaron a la puerta, y tras abrirla sin apenas forzarla gracias a un destornillador muy especial, descubrieron que aquello no era un cuchitril. Era mucho más grande por dentro.

El hombre compañero de la mujer tuvo que salir y volver a entrar varias veces para hacerse a la idea, no le sorprendía en una cabina pero sí en un edificio. Qué decir, no estaban ni en la Tierra al atravesar la puerta. John Smith, con todos sus años y su experiencia en la espalda, se adentró en el lugar hasta apoyarse en la barandilla que tenía justo enfrente.

Contempló no sin asombro, pero sí sin demostrarlo, el imponente interior de un edificio tan sorprendentemente alto como iluminado y lleno de seres como él. Los seres que había destruído hacía mucho tiempo. Relativamente.

Su llegada se esperaba. A saber desde cuando y desde dónde. Él era el último, el último de su especie, el último y solitario. Qué hacía rodeado de los suyos allí. Nada tenía sentido. Nadie se lo explicaría. O quizás sí.

-John Smith...

Una voz tras ellos, grave, pero no tanto, les obligó a girarse para observar el rostro de quién lo pronunciaba. El aludido elevó el mentón. Sus años parecían hacer mella en su rostro ahora, arrugas algo marcadas, ojos cansados pero amenazadores, cuerpo en tensión constante.

-Es un nombre nada común para que los terrestres te conozcan. ¿No te parece?

Se conocían. Claro que se conocían. Maldito chiflado que había perdido el norte desde que esos tambores se instalaron en su cabeza para no dejar de sonar. Habían cometido un error al infundirle la interminable sabiduría del mismísimo vórtice del tiempo. Desde entonces, su compañero de la infancia había cambiado. Había enloquecido.

-Es mi nombre.

-Regla número uno, mientes.

Rió ante su propio chiste, y los compañeros de Smith se habrían reído también si comprendiesen lo que ocurría. Aquel hombre tenía un aspecto joven, unos ojos brillantes, una sonrisa macabra, y un cuerpo fortalecido. Era paradójica su sola existencia.

-Estabas muerto.

-¡Detalles! ¿Cuándo has visto que algo sea inalterable? Tu misma presencia aquí es imposible. ¿O ya no recuerdas tu propio asesinato?

La compañera se acercó a John y susurró como si solo él le oyese:

-Cómo sabe eso. Sólo éramos cuatro allí además de ti...

Sus ojos, temerosos, buscaban comprender la situación. Y los brazos de su compañero la reconfortaron. De pronto, el amenazador ser que les sorprendiera comenzó a caminar, y John sin dudarlo y con algo de furia en los ojos le siguió.

-Dime cómo existes, cómo es posible que estés vivo, quién te salvó, tú mismo falleciste ante mis ojos aquel día, no...

-¡Mi turno! Querido amigo, solo desaparecimos. ¡Todo un imperio! ¿De verdad creías que con un simple destornillador podrías destruír la raza a la que perteneces?

-Yo no lo elegí. El poder se volvió demasiado oscuro, no había otra opción, no había nada que hacer. Sólo te pido que vengas conmigo. Ellos no existen están muertos.

-Yo también.

De pronto, los ojos del chiflado se llenaron de aceptación. Pero solo durante unos leves instantes. No había tiempo para discusiones sobre el deber ni la obligación. Estaban en su hogar. En su hogar ya inexistente.

Llegaron al fin donde el consejo. Quién les había guiado sonreía de oreja a oreja, peligrosamente, vestía como ellos. Quizá lo habían perdido ya...

“Esto no es más que un portal extra-temporal. Tiene que existir alguna forma de cerrarlo. Algún botón rojo, algún mecanismo escondido, alguna paradoja, algo imposible. Pero qué paradoja puede incluírse en otra paradoja para destruír la primera. Es imposible, científicamente imposible.”

-¡Les presento a nuestro asesino y salvador!

Un gran grito surgió de las gargantas de todos los allí presentes. Todos vitoreaban su existencia allí, en aquella imposible paradoja. Mientras, el loco de su guía seguía hablando.

-Al fin y al cabo no es más que un vulgar ladrón...

Smith caminó, tras susurrar algo al oído de su compañera e impedir que le siguiese, hacia el consejo que probablemente le condenaría.

-Solo mencionar tu nombre. Tu verdadero nombre, y tal vez todo tu mundo se vendría abajo. ¿No es así, maldito ladrón?

No era entendible. Ella debía hacer algo, llorar por la pérdida no serviría de nada. La presentación de la imagen no era más que desastrosamente triste. El hombre por el que había esperado toda su vida, por el que estaba cansada de esperar, el hombre por el que muchas otras personas habrían dado su vida, el hombre por el que muchos habían luchado. Ese hombre estaba a punto de desfallecer, destrozando la paradoja con su auténtica muerte.

Si él no existía, nunca habría sido un ladrón. Nunca habría destrozado su raza. El tiempo habría dejado de existir. Con lo que sus controladores también. Pero aquella cabina podría reestablecerlo todo sin necesidad de ayuda, solo alguien que la robase de nuevo. Alguien que no perteneciese a aquel mundo. Alguien que pudiese encerrar en el vacío a los mismísimos controladores del tiempo.

No era solo una persona quien podría salvar al universo. Eran tres. Ella, su prometido, y a quién ellos llamaban John.

Él sonreía, caminaba hacia la elevada mano del que en algún tiempo fue su superior y de repente, como un simple truco de magia, de su manga surgió una especie de destornillador, y el mismo se encontraba en manos de su compañera un poco más allá.

El loco de su guía corrió hacia ella, intentó arrebatarle, pero se econtró con que a su amado prometido no le agradaba en exceso la idea. Solamente le sujetó los brazos tras lanzarle un puñetazo al mentón y tumbarle en el suelo sin demora. Sujeto este, soltando más que barbaridades. John recuperaba su rostro marcado por el tiempo, sus ojos viejos y cansados, su infelicidad cubierta al mismo tiempo de un futuro esperanzador. Y antes de que debiese regenerar todo su cuerpo ante unos desconocidos más que conocidos, elevó su mano derecha enviando una señal psíquica gracias al bendito destornillador, a la vez que su querida compañera, quién imitaba el gesto pensando sólo en su realidad. En su mundo. En la existencia del mismo.

Smith echó a correr gritando que le imitasen, la puerta se veía cada vez más lejos, y no era un simple efecto óptico. Sus señores aún conservaban parte de sus poderes, pero la cabina quedaba lejos. Compañera y compañero alcanzaron la puerta, saliendo al exterior para contemplar el cielo rojo y alterado, para retirar la vista hacia el malnacido cuchitril, del que no salía nadie.

Él todavía estaba en el interior, rogando a su chiflado amigo que regresase con él. A la vez, todo el imperio se destrozaba. Los antes vitoreos ahora no eran más que súplicas, ruegos y maldiciones. Se destrozaba el local sobre ellos, aquel lugar estaba desapareciendo con ellos en su interior porque jamás habían existido. Y su amigo no quería regresar a la realidad con él.

Pero debía hacerlo, ante todo:

-No puedes dejarme solo otra vez. No puedes, maldita sea. Perteneces a la realidad. ¡A mi realidad! Yo puedo huír, tú ya lo has hecho. Regresa conmigo a casa. A nuestra nueva casa.

Le sacudía en el suelo, dónde el otro ya no se quería levantar. Se giró, tumbado, mientras observaba al techo caer sobre ellos. Un sonido más que reconocible surgió unas décimas de segundo justo antes de que ambos fuesen sepultados. Pero el único que apareció dentro de aquella mágica cabina solo fue él.

Sin amigos que le comprendiesen. Sin amigos que le explicasen. Sin amigos que le acompañasen de la misma forma que él. Sin amigos de su misma raza. Solo. Condenado a vagar sin rumbo fijo hasta el fin de sus días.

No había lugar para lágrimas. Los gritos llenos de risas de sus humanos amigos le animaban a sonreír. Siempre estaría solo, siempre estaría acompañado. Condenado a viajar buscando fantásticas aventuras con su amada y sexy cabina. Sonriendo de vez en cuando mientras, poco a poco, regresan a su aspecto el color joven y los ojos brillantes de un loco.

Un loco en una mágica caja azul.

domingo, 11 de marzo de 2012

Mr. Blue Sky


El azul ya no es solo un color. Tendrán que atarme, y exponerme a una película lava-cerebros para hacer que cambie mi opinión respecto a este color. La felicidad ya se queda corta para describir dicho color. Si alguno le tuviesen que poner sería ese sin duda.
Es ese azul cielo que nos cubre los días de verano que amenazan con ahogarnos en nuestro propio calor, ese azul cielo que nos cubre los días de invierno en los que parece que el frío ha congelado hasta al sol. Ese es el azul que describe las ganas de sonreír sin motivo, la felicidad estúpida y sin sentido que tan gustosa es de experimentar.
A veces es increíble el echar una ojeada y descubrir la maravilla que nos rodea. ¡Un mundo lleno de sorpresas indefinidas! Aquello que nos queda por descubrir y aprender es infinito. Pero lo desconocemos porque obviamente no sabemos de su existencia, hasta que lo encontramos. Ya sea de forma estúpida, como cayéndonos una manzana en la cabeza, o de forma muy lógica, como no recoger la basura cuando se debía.
Esta vida, las siguientes, las anteriores y todas las que pueblan este universo merecen nuestra atención. Y nuestro feliz punto de vista. ¡Quién necesita llorar o dejar de alegrarse por cualquier motivo! El tiempo corre demasiado rápido para que le dejemos escapar con esa facilidad. Somos los señores del tiempo, no tanto como el dueño de una cabina telefónica muy peculiar, pero casi.
Claro que existen muchos tipos de azul. Está también, ese azul oscuro, muy muy oscuro que cubre nuestras cabezas por las noches. Ese azul que algunos daltónicos llaman negro sin motivo alguno. Entonces es cuando unos puntos blancos, bellos por algún motivo, pueblan aleatoriamente los asientos del universo; a veces en formaciones colectivas, pues cotillean sobre el aspecto que tiene hoy Marte; y otras de forma solitaria, parándose a pensar en porqué Saturno tiene tantas seguidoras.
Luego está el azul verdoso del mar del Caribe, ese tan caliente que parece ir a favor de nuestra comodidad. Ese tan transparente que puedes ver la arena que tiene inmediatamente debajo. Ese que algún tipo de personas dicen querer beber y luego hay que llevarlas a médicolandia. Y aún existiendo muchos tipos de azul, ahora mismo no se me ocurre ningún otro para utilizarlo en mi metáfora.
Al fin y al cabo, la felicidad no es más que color. Colores, música y sonrisas. Enseña los dientes, los tengas torcidos o no, esa sonrisa, si es verdadera, te llegará a los ojos. Reflejará en tus iris y en tus pupilas un brillo especial, el que no encontrarás en ninguna alucinación. Así pues, canta aunque lo hagas mal, baila aunque lo tuyo no sea el equilibrio, corre aunque lo tuyo no sea el deporte, diviértete aunque lo tuyo no sea el reír.
Tenemos algo que demostrar: que creamos cada día, que como veamos las cosas así serán, que en la oscuridad puede existir también la felicidad, que no es solo la luz la que podrá enseñarnos a ver, que cualquier ser puede encontrar su felicidad y ya no solo interiormente.
¡Todas y cada una de nuestras moléculas nos está pidiendo que les demos lo que piden! ¿Y qué piden? Variar la rutina, escuchar buena música en el momento adecuado, disfrutar del amor de tu día, probar una buena comida en una cantidad aceptable, beber un buen vino sin tener que ir a misa a pedirlo por tacaño, tocar un instrumento que refleje lo que sientes, ver como el mar es imparable y real con todas sus virtudes y defectos, oler la dulce lluvia de los días en los que la gente jamás había temido tanto el agua... Vive la vida como si no hubiese mañana.
Porque el azul es solo eso, la simplificación aún mayor de lo que algunos llamaron “Carpe Diem” en su tiempo. Pero este es el mío, y mi tiempo lo creo yo. Por ello solo el señor azul cielo puede representar mi alegría indefinida e imparable.

Te eché tanto de menos.

La mejor música que jamás ha surcado mis débiles oídos reproduce imágenes en mi mente como el mejor de los recuerdos. El recuerdo de haber soñado contigo. Soñado que volábamos los dos juntos, lejos de la más que carcomida sociedad.
Miles de sensaciones increíbles, mejores que el éxtasis, que caer en paracaídas de un avión no seguro, que cegarse por el sol, que lanzarse al mar desde un acantilado, mejor que morir y mejor que vivir. Mi vida se redujo por solo dos días, dejando transcurrir el tiempo a tu lado. Viendo cómo los segundos se transformaban en minutos, horas y al final, noches.
Mi amor, mi alma, mi corazón, mi motivo para ser romántica. Mis ojos. Mi azul. Mi querido azul.
La sola definición de lo que en realidad ha ocurrido estropearía de forma detestable lo mágico de nuestro encuentro. Te eché tanto de menos.
¿Recuerdas el sol, mi azul? Cómo nos brillaban los ojos, cómo reflejaban el amor de ambos. Amor, ternura, cariño, aprecio, dependencia, felicidad. Recuerda la belleza de aquel momento tal vez irrepetible.
Podría prometerte amor eterno, podría caminar de tu mano por el camino de la vida, podría enfrentarme a la mismísima vida eterna con la certeza de que me acompañarías. Porque sin dicha certeza, la eternidad ya no tendría sentido.
¿Recuerdas la música, mi corazón? Cómo nos atravesaba los tímpanos a un volumen no demasiado alto, cómo ejemplificaban lo que las palabras no podían decir. Lo que solo los latidos de unos corazones ciegos demostrarían en otra vida.
¿Recuerdas las promesas, mi alma? Las promesas de futuro, de vestidos azules, de trajes amarillos, de diez años seguidos ejerciendo como padres. Bromas, chistes, diversiones, o tal vez curiosidades encubiertas.
Hipérboles, dicen algunos. Quizá esté exagerando, o quizá simplemente me he enamorado.

Sólo te puedo decir, para inaugurar mi nuevo desahogador oficial, que no hay palabras para describir lo que a mi mente viene cuando te recuerdo. Los motivos por los que no podemos ir a pasear, y las sonrisas, sinceras por fin, que intercambiaremos hasta que nuestra alma deje de sentir.
Porque te quiero, mi querido azul.