jueves, 5 de julio de 2012

Creando casitas.

Como en una enorme colmena, casi nadie se ha fijado ya, en cada pequeña abeja obrera, que no oveja.
La vida es bella, jóvenes obreras, siempre lo ha sido y siempre lo será. Vuestro gran honor será enseñar los dientes, sin gruñir por supuesto.
Voy a enseñaros a jugar a un juego. El juego más divertido de todos, tenéis que intentar aguantar la risa, ¿conseguido? No me cabe duda. Ahora intentad seguir aguantándola, si eres más de una persona te empezará a costar. ¿Sabes qué? A mucha gente le gusta desfilar, y aún no he descubierto porqué, ¡no tiene sentido! Les gusta andar como un montón de patos patilargos. Oh, ¿sabías que los pingüinos llevan constantemente esmoquin? Pf, no entiendo esa manía por cambiarlo todo para conservar más. ¿Te has fijado en la paradoja? En la lengua castellana, últimamente se dedican a realizar cambios que no gustan a nadie.
Entre nosotros, yo creo que tienen miedo de que los despidan por no hacer nada, así que se dedican a inventar trabajos.
Qué guay. ¡Inventemos trabajos! Me gusta el de quemar oxígeno. Aún no sé si produciría alguna explosión, pero me gustaría averiguarlo delante de la puerta del congreso.
Ah, y yo decido dónde pongo mis mayúsculas, ¡qué clase de brujería es esta! Si es que debería quemarlos a todos en la hoguera, por brujos. ¿Que por qué? Demonios, tienen dinero y de repente lo hacen desaparecer. ¡Eso solo es obra de magos malnacidos aliados con Lucifer! Oh, rayos, no debía pronunciar su nombre más de tres veces delante de un espejo o vendría a por mí.
Pero si aún no lo he hecho...
Lucifer, Lucifer, Lucifer.
...
Otro mito que no sirve para nada. Como ese de Tierra Trágame. La tierra no traga, ¡tooontos! La tierra engulle. Lo que no sé es si hace la digestión.
¿Te has fijado en que somos los únicos que necesitamos palabras para las cosas? Humanos específicos. ¿Ves? Me he confundido de palabra y ya no sabes a qué demonios me estoy refiriendo. Bendigo al demonio por haber creado palabras genéricas como cosa, eso, esto, chisme, coso. Me gusta mucho la manía esa de las madres, padres, abuelas y abuelos de cambiarle el género a las cosas. Muestra un desprecio por el idioma que no puede más que hacerme reír. "Ni playa, ni playo." Son de un sala'o.
Por cierto, ¿cómo llevas el aguantarte la risa? ¿Se te había olvidado ya? A mí sí, lo siento. No hay premio. Y tampoco lo siento.
Sentirlo es inútil e inservible.
¿Te han dicho alguna vez qué palabras son las más difíciles de pronunciar? Claro que sí. Seguro que consiguieron meter en esa frágil cabecita tuya, que lo más difícil de decir eran tres cosas: "Te quiero, Gracias, Perdón"; pero apuesto también, a que no te explicaron porqué y dejaron que creyeses semejante tontería hasta que llegases a encontrarte con alguien tan terriblemente toca-nervios como yo. Y sí, me invento palabras.
Decir te quiero puede considerarse difícil si no has aprendido a amar como aprendiste a divertirte de pequeño (si tampoco aprendiste a divertirte ya tienes un problema grave que solo podrás resolver con una dosis razonable de chocolate). Sé como el que más, que en el fondo siempre quisiste tener un motivo para decir esos tres chismes. Sinceramente, quieres más de lo que crees; si no lo dices es porque no sabes qué jopetas significa. ¿Has visto? Otra vez una palabra inadecuada. Siendo totalmente sincera, esas dos palabras no tienen porqué pronunciarse si a quien quieres lo sabe y se lo demuestras de vez en cuando. Las palabras son mágicas, poseen un poder invisible a cualquier ojo sencillo. Tienen sus propios colores, su propia esencia, su propio significado; y somos los únicos que las necesitamos. Qué cosas, ¿eh?
Decir gracias no es más que un gesto de "educación", algo que nunca comprenderé del todo. Educación es el cómo te educan, cómo te enseñan a ver el mundo, ¿no? En ese caso, no todo el mundo tiene la misma educación, porque no todo el mundo ve la vida de la misma forma, obviamente. Así pues, la educación no posee un significado completo ni para nada complejo. No se puede presuponer por tanto, que al agradecer algo sea necesario expresarlo en voz alta: una mirada, un gesto, una sonrisa, un guiño de ojos, una broma, o una muestra de aprecio pueden significar incluso más que un gracias. Tu problema es que nunca te paras a pensar las cosas, porque es muy cansino... ¡Serás vago! Ya me da igual que seas mujer u hombre, ¡ni vagos ni vagas! Párate a pensar un segundo si merece la pena expresarlo todo con palabras. ¿No has necesitado nunca un bello abrazo? En vez de dar las gracias de palabra, que puede no significar nada, puedes sonreír sin decir nada y abrazar al ser a quién algo le debes, más que un agradecimiento apalabrado.
Decir perdón no se diferencia en nada, pequeños saltamontes. ¡Qué perdón ni qué perdona! ¿Te has reído alguna vez en un funeral? Yo sí, y no he pedido perdón. ¡Respeto! Ah... Eso es otra cosa. Menuda mueca de indignación tienes en la cara, deberías verte. ¡Ya te reirás, ya! Entonces yo me indignaré. A ver, joven jedi, qué clase de gusanos te están digiriendo el cerebro para que hayas decidido verlo todo como lo ve la gente que no piensa. ¡Si ya vas mayorcito para pensar por ti mismo! ¿No te parece? Cómo muy bien dije, mi querida abeja obrera, la vida es bella. Si te detienes para disculparte ante cada pobre flor que no ha sobrevivido a tu paso, no disfrutarás del cielo azul que cae sobre tu cabeza. ¡Despierta! Vamos, vamos. Esas neuronas, que yo sé que saben bailar salsa como espagueti el que más. Disculparse carece de valor. Aunque respetes a una persona... Aish... A ver, cómo te explico yo esto para que lo entiendas: imagínate que hay una hormiga que trabaja mucho siempre, y una cigala que no hace nad... Ay, demonio, que eso es una fábula. Mejor, imagínate que tienes un mejor amigo de toda la vida, te conoces su historia desde antes de nacer y sabes dónde tiene la marca de nacimiento. Se le ha muerto la madre. Está destrozado. ¿Le quieres? Claro que lo haces. ¿Se lo has dicho, o agradecido alguna vez? ¿Con palabras? Oh, no estoy preguntando eso. Imagínate que algún imbécil te cuenta un chiste en su funeral, imagina que te rías, y ahora imagina que tu amigo se enfada. Le pides perdón, y te perdona porque sabe que le quieres igual. ¡Estupideces! Oye, no tengo nada en tu contra; pero si de verdad quieres a un amigo, en vez de reírte por semejante tontería, coges y te pones en su lugar, como si te hubiese muerto la madre, no tendrías tiempo para chistes. Claro que, si tu amigo es un coñero impresionante, que ya se ha dado cuenta , porque se ha parado a pensar, de que todo el mundo muere, ¡entonces claro! Y ni una disculpa sería necesaria, abejita mía.

¿Te acuerdas del juego? Yo tampoco. Ríete, que es bueno; ¡adelgazas!

martes, 3 de julio de 2012

Otra vez.

He recuperado la fe en la humanidad cuando pensé que el futuro se había convertido en un abismo sin retorno. El rostro de felicidad que un hombre muestra al recibir un acto sincero de caridad, es la más pura muestra de que la esperanza existe.
El supermercado de un pueblo que ni siquiera se conoce a sí mismo, ese supermercado posee una de las personas más amables que quizá se pueda ver en los alrededores.
Definitivamente, las situaciones extremas enseñan la realidad; la realidad que existe en el corazón de cada ser vivo. Ya sea la más maldita indiferencia del que no merece llamarse humano, o la más humilde de las comprensiones.
El oprimido oprime más que ideas, sentimientos o actitudes, oprime la verdad; la relativa verdad, que como un niño, un ingenuo niño al que han herido, huye en cuanto puede bajo la protección de su máscara, creada por mentiras. Ese niño, la verdad, se oculta tan bien, que muchos ya no creen en ella.
Simplemente, somos muchos los que tememos al orco que no es más que un pequeño ser asustado, ese que insulta y rechaza todo aquello novedoso y desconocido a sus ojos. Llorosos ojos.
No es pena, lástima ni indiferencia; es estupidez lo que hay al ocultar que los ogros somos nosotros; tan asfixiados en nuestra burbuja inventada, que cuando sacamos débilmente la cabeza para respirar aire puro, es tan intenso, tan puro, tan único... que gritamos por miedo y volvemos a la burbuja.
Algunas clases de personas sonríen, y pinchan su habitáculo hasta liberarse de esas cadenas invisibles.

Te lo dedico a ti mi azul; sé que sabes quién eres, quiero que cada vez que veas algo azul recuerdes lo mucho que te quiero, lo mucho que me acuerdo de ti. O meu ceo azul, isto dedícocho, porque non sei facelo mellor, e porque toda esperanza ou bondade me recorda ó teu corazón.