jueves, 17 de julio de 2014

Bajo la misma estrella.

Es terriblemente complicado aceptar hecho inevitables como lo puede ser la muerte, y se vuelve aún más complicado cuando se inmiscuyen sentimientos excesivamente fuertes por la persona sujeta a las leyes de la lógica.

Todos morimos, al igual que todos hemos nacido alguna vez.

¿Cuál será la actitud adecuada hacia esa situación entonces? ¿La pasividad o la agresividad? ¿El optimismo o el pesimismo?

Algunos tachan de cobardes a aquellos que se toman la vida con alegría, porque los juzgan como personas que evaden los problemas, las dificultades, la realidad.

Es cierto que enfrentarse a esta clase de situaciones a veces es demasiado complicado, tan complicado que se nos limita el raciocinio.

Se puede vivir con dolor.

Suena macabro, incluso estúpido o tal vez degradante; pero cuando quieres a una persona lo suficiente como para saber que merece la pena el dolor… No hay masoquismo que valga.

Todo parece lejano, de película, de novela, una historia de amor, de esas que todo el mundo ha contado y escuchado, de esas que parecen no terminar nunca bien, de esas que el mundo te enseña a desear.

La vida real no es así, nunca lo ha sido y nunca lo será. Es mucho más complicado, hay muchísimas más complicaciones, muchísimos más impedimentos, muchísimos muchos. Y para nada quiero decir que no existen los finales felices, ni mucho menos, yo soy una firme creyente.

Hay que sentirlo, expresarlo, liberarlo.

Encerrar en nuestro interior esos sentimientos, aunque no sean justos o lógicos, es lo peor que se podría hacer. Porque tarde o temprano nuestro propio cerebro, nuestro propio cuerpo, los echa en el último momento, cuando menos nos lo esperamos y cuando menos sentido tiene.

Coges un día y dices: se acabó.

Y ese se acabó es una promesa. La promesa de que no habrá más quebraderos de cabeza, la promesa de que merece la pena vivir, la promesa de que te regalarás cada día como si fuese tu último día bueno, la promesa de que vivirás, siempre y nunca, entre esos pequeños infinitos que el tiempo nos regala.

El amor, maldita sea, esa droga incorruptible.

El dolor, ese sentimiento inevitable.

¿Para qué negarlo? Vivir duele.

Pero si duele, es porque estás vivo.

Conclusión: la vida es maravillosa y está llena de cosas maravillosas, y repetir esta frase una y otra vez tan solo implica que lo malo del mundo ya nos lo enseñan diariamente y por todas partes, nosotros tenemos que encontrar el lado bueno, tenemos que verlo como una emocionante historia sin principio ni fin.

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