miércoles, 18 de diciembre de 2013

¿Por qué no?

Soñamos.
Muchas veces con cosas imposibles.
Las soñamos y vivimos como si no hubiese nada más.
¿Nuestra forma de evasión?
¿Evasión de qué?
¿De la realidad?
¿Acaso no es real todo lo que soñamos?
Así pues, no nos evadimos.

Quizá la diferencia está en cómo se nos presenta dicha realidad, o quizá nuestra actitud hacia ella.
¿Cómo se nos presenta la realidad en los sueños?
Mantenemos nuestros recuerdos, no olvidamos quienes somos y sabemos qué hicimos el auténtico día anterior.

El sueño transcurre, sin embargo, a través de saltos.
Por ejemplo, estamos tomando un té en una cafetería y de pronto nos encontramos contemplando el mar en una playa.

Y yo me pregunto, ¿no sucede también así en la realidad?
Quiero decir, vamos de un lugar a otro (constantemente) y a veces no somos conscientes de cómo hemos llegado dondequiera que estemos.

¿A dónde quiero llegar con todo esto?
A que nuestra actitud es la diferencia entre sueño y realidad.
Podemos vivir un sueño si actuamos como si lo fuese.
Por lo tanto, la felicidad que nos regala la fase R.E.M. está al alcance de nuestra mano cuando y como queramos.

Soñemos.

martes, 3 de diciembre de 2013

Porque vivimos en un mundo maravilloso lleno de cosas maravillosas.

Abrí los ojos.
Como si no hubiese mañana.
No lo había.
Sólo hoy. Tan sólo hoy.
Ahora es el momento de vivir.
No hay luego, no hay después.
No quiero pensar en el futuro. Porque no existe.
No está, quizá nunca lo esté.
Sólo ahora. Tan sólo ahora.


Vivir es lo que me queda, y todo lo que quiero.
Tener una vida normal, todo lo que espero, no quiero nada más.
Una familia, unos hijos peores que yo, unas risas.
No quiero nada más.
No espero nada más.

Mirar al cielo ya no es una opción.
Es como ver el presente constante.
De día, en un buen día, sólo azul, ese tan maravilloso azul, que me obliga a pensar de dónde ha salido, por qué lo veo así, por qué ese color y no cualquier otro.
Podría haber sido verde.
De hecho puede que sea verde y yo haya aprendido que se llama azul.

Le echo de menos.
Hace como unos ocho meses ya que no le veo, aún no me lo puedo creer.

¿Sabes azul?
Me gustas más de noche.
En ese refugio tan maravilloso, sólo tú, yo, la malnacida luz del faro, y las estrellas.
Podría estar horas contemplándote porque sé que esa es tu auténtica cara.
Hace tiempo caminé sobre estrellas.
De nuevo de noche, pero el suelo brillaba a la par que tu infinita belleza.

A veces no puedo apreciarla.
A veces hay un enorme manto de nubes oscuras que nos separan.
A veces pierdo el rumbo por fijarme solo en ti y en tus brillantes hijas.

Ya no sé qué hacer.
No sé qué quiero.
Me gustaría estar enamorada otra vez.
Es el motivo perfecto para estar triste y feliz al mismo tiempo, sin motivo alguno.
Me hago esperanzas, y me comporto como una niña pequeña.
Me comporto como esa niña pequeña sin infancia ni adolescencia, y probablemente sin madurez suficiente para disfrutar de la edad adulta.
Ahora mismo necesito un amor tranquilo, un amor soñador.
Soy una romántica y me avergüenza necesitar el amor como lo hago.
Parece un tema estándar, pero en realidad tan solo soy sincera.

Tengo demasiadas cosas en la cabeza, para ponerlas todas en palabras, por ello me gustaría recuperar el violín como sé que debo hacerlo.
Suspiro, cerrando los ojos, y escuchando la melodía adecuada, siento que estoy en el aire.

Mi cuerpo ya no es más que un receptor.
Un receptor de sensaciones maravillosas.

Porque vivimos en un mundo maravilloso lleno de cosas maravillosas.