domingo, 11 de marzo de 2012

Te eché tanto de menos.

La mejor música que jamás ha surcado mis débiles oídos reproduce imágenes en mi mente como el mejor de los recuerdos. El recuerdo de haber soñado contigo. Soñado que volábamos los dos juntos, lejos de la más que carcomida sociedad.
Miles de sensaciones increíbles, mejores que el éxtasis, que caer en paracaídas de un avión no seguro, que cegarse por el sol, que lanzarse al mar desde un acantilado, mejor que morir y mejor que vivir. Mi vida se redujo por solo dos días, dejando transcurrir el tiempo a tu lado. Viendo cómo los segundos se transformaban en minutos, horas y al final, noches.
Mi amor, mi alma, mi corazón, mi motivo para ser romántica. Mis ojos. Mi azul. Mi querido azul.
La sola definición de lo que en realidad ha ocurrido estropearía de forma detestable lo mágico de nuestro encuentro. Te eché tanto de menos.
¿Recuerdas el sol, mi azul? Cómo nos brillaban los ojos, cómo reflejaban el amor de ambos. Amor, ternura, cariño, aprecio, dependencia, felicidad. Recuerda la belleza de aquel momento tal vez irrepetible.
Podría prometerte amor eterno, podría caminar de tu mano por el camino de la vida, podría enfrentarme a la mismísima vida eterna con la certeza de que me acompañarías. Porque sin dicha certeza, la eternidad ya no tendría sentido.
¿Recuerdas la música, mi corazón? Cómo nos atravesaba los tímpanos a un volumen no demasiado alto, cómo ejemplificaban lo que las palabras no podían decir. Lo que solo los latidos de unos corazones ciegos demostrarían en otra vida.
¿Recuerdas las promesas, mi alma? Las promesas de futuro, de vestidos azules, de trajes amarillos, de diez años seguidos ejerciendo como padres. Bromas, chistes, diversiones, o tal vez curiosidades encubiertas.
Hipérboles, dicen algunos. Quizá esté exagerando, o quizá simplemente me he enamorado.

Sólo te puedo decir, para inaugurar mi nuevo desahogador oficial, que no hay palabras para describir lo que a mi mente viene cuando te recuerdo. Los motivos por los que no podemos ir a pasear, y las sonrisas, sinceras por fin, que intercambiaremos hasta que nuestra alma deje de sentir.
Porque te quiero, mi querido azul.


No hay comentarios:

Publicar un comentario