El azul ya no es solo un color.
Tendrán que atarme, y exponerme a una película lava-cerebros para hacer que
cambie mi opinión respecto a este color. La felicidad ya se queda corta para
describir dicho color. Si alguno le tuviesen que poner sería ese sin duda.
Es ese azul cielo que nos cubre los
días de verano que amenazan con ahogarnos en nuestro propio calor, ese azul
cielo que nos cubre los días de invierno en los que parece que el frío ha congelado
hasta al sol. Ese es el azul que describe las ganas de sonreír sin motivo, la
felicidad estúpida y sin sentido que tan gustosa es de experimentar.
A veces es increíble el echar una
ojeada y descubrir la maravilla que nos rodea. ¡Un mundo lleno de sorpresas
indefinidas! Aquello que nos queda por descubrir y aprender es infinito. Pero
lo desconocemos porque obviamente no sabemos de su existencia, hasta que lo
encontramos. Ya sea de forma estúpida, como cayéndonos una manzana en la cabeza,
o de forma muy lógica, como no recoger la basura cuando se debía.
Esta vida, las siguientes, las
anteriores y todas las que pueblan este universo merecen nuestra atención. Y
nuestro feliz punto de vista. ¡Quién necesita llorar o dejar de alegrarse por
cualquier motivo! El tiempo corre demasiado rápido para que le dejemos escapar
con esa facilidad. Somos los señores del tiempo, no tanto como el dueño de una
cabina telefónica muy peculiar, pero casi.
Claro que existen muchos tipos de
azul. Está también, ese azul oscuro, muy muy oscuro que cubre nuestras cabezas
por las noches. Ese azul que algunos daltónicos llaman negro sin motivo alguno.
Entonces es cuando unos puntos blancos, bellos por algún motivo, pueblan
aleatoriamente los asientos del universo; a veces en formaciones colectivas,
pues cotillean sobre el aspecto que tiene hoy Marte; y otras de forma
solitaria, parándose a pensar en porqué Saturno tiene tantas seguidoras.
Luego está el azul verdoso del mar del
Caribe, ese tan caliente que parece ir a favor de nuestra comodidad. Ese tan
transparente que puedes ver la arena que tiene inmediatamente debajo. Ese que
algún tipo de personas dicen querer beber y luego hay que llevarlas a
médicolandia. Y aún existiendo muchos tipos de azul, ahora mismo no se me
ocurre ningún otro para utilizarlo en mi metáfora.
Al fin y al cabo, la felicidad no es
más que color. Colores, música y sonrisas. Enseña los dientes, los tengas
torcidos o no, esa sonrisa, si es verdadera, te llegará a los ojos. Reflejará
en tus iris y en tus pupilas un brillo especial, el que no encontrarás en
ninguna alucinación. Así pues, canta aunque lo hagas mal, baila aunque lo tuyo
no sea el equilibrio, corre aunque lo tuyo no sea el deporte, diviértete aunque
lo tuyo no sea el reír.
Tenemos algo que demostrar: que
creamos cada día, que como veamos las cosas así serán, que en la oscuridad
puede existir también la felicidad, que no es solo la luz la que podrá
enseñarnos a ver, que cualquier ser puede encontrar su felicidad y ya no solo
interiormente.
¡Todas y cada una de nuestras
moléculas nos está pidiendo que les demos lo que piden! ¿Y qué piden? Variar la
rutina, escuchar buena música en el momento adecuado, disfrutar del amor de tu
día, probar una buena comida en una cantidad aceptable, beber un buen vino sin
tener que ir a misa a pedirlo por tacaño, tocar un instrumento que refleje lo
que sientes, ver como el mar es imparable y real con todas sus virtudes y
defectos, oler la dulce lluvia de los días en los que la gente jamás había
temido tanto el agua... Vive la vida como si no hubiese mañana.
Porque el azul es solo eso, la
simplificación aún mayor de lo que algunos llamaron “Carpe Diem” en su tiempo.
Pero este es el mío, y mi tiempo lo creo yo. Por ello solo el señor azul cielo
puede representar mi alegría indefinida e imparable.
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