domingo, 11 de marzo de 2012

Mr. Blue Sky


El azul ya no es solo un color. Tendrán que atarme, y exponerme a una película lava-cerebros para hacer que cambie mi opinión respecto a este color. La felicidad ya se queda corta para describir dicho color. Si alguno le tuviesen que poner sería ese sin duda.
Es ese azul cielo que nos cubre los días de verano que amenazan con ahogarnos en nuestro propio calor, ese azul cielo que nos cubre los días de invierno en los que parece que el frío ha congelado hasta al sol. Ese es el azul que describe las ganas de sonreír sin motivo, la felicidad estúpida y sin sentido que tan gustosa es de experimentar.
A veces es increíble el echar una ojeada y descubrir la maravilla que nos rodea. ¡Un mundo lleno de sorpresas indefinidas! Aquello que nos queda por descubrir y aprender es infinito. Pero lo desconocemos porque obviamente no sabemos de su existencia, hasta que lo encontramos. Ya sea de forma estúpida, como cayéndonos una manzana en la cabeza, o de forma muy lógica, como no recoger la basura cuando se debía.
Esta vida, las siguientes, las anteriores y todas las que pueblan este universo merecen nuestra atención. Y nuestro feliz punto de vista. ¡Quién necesita llorar o dejar de alegrarse por cualquier motivo! El tiempo corre demasiado rápido para que le dejemos escapar con esa facilidad. Somos los señores del tiempo, no tanto como el dueño de una cabina telefónica muy peculiar, pero casi.
Claro que existen muchos tipos de azul. Está también, ese azul oscuro, muy muy oscuro que cubre nuestras cabezas por las noches. Ese azul que algunos daltónicos llaman negro sin motivo alguno. Entonces es cuando unos puntos blancos, bellos por algún motivo, pueblan aleatoriamente los asientos del universo; a veces en formaciones colectivas, pues cotillean sobre el aspecto que tiene hoy Marte; y otras de forma solitaria, parándose a pensar en porqué Saturno tiene tantas seguidoras.
Luego está el azul verdoso del mar del Caribe, ese tan caliente que parece ir a favor de nuestra comodidad. Ese tan transparente que puedes ver la arena que tiene inmediatamente debajo. Ese que algún tipo de personas dicen querer beber y luego hay que llevarlas a médicolandia. Y aún existiendo muchos tipos de azul, ahora mismo no se me ocurre ningún otro para utilizarlo en mi metáfora.
Al fin y al cabo, la felicidad no es más que color. Colores, música y sonrisas. Enseña los dientes, los tengas torcidos o no, esa sonrisa, si es verdadera, te llegará a los ojos. Reflejará en tus iris y en tus pupilas un brillo especial, el que no encontrarás en ninguna alucinación. Así pues, canta aunque lo hagas mal, baila aunque lo tuyo no sea el equilibrio, corre aunque lo tuyo no sea el deporte, diviértete aunque lo tuyo no sea el reír.
Tenemos algo que demostrar: que creamos cada día, que como veamos las cosas así serán, que en la oscuridad puede existir también la felicidad, que no es solo la luz la que podrá enseñarnos a ver, que cualquier ser puede encontrar su felicidad y ya no solo interiormente.
¡Todas y cada una de nuestras moléculas nos está pidiendo que les demos lo que piden! ¿Y qué piden? Variar la rutina, escuchar buena música en el momento adecuado, disfrutar del amor de tu día, probar una buena comida en una cantidad aceptable, beber un buen vino sin tener que ir a misa a pedirlo por tacaño, tocar un instrumento que refleje lo que sientes, ver como el mar es imparable y real con todas sus virtudes y defectos, oler la dulce lluvia de los días en los que la gente jamás había temido tanto el agua... Vive la vida como si no hubiese mañana.
Porque el azul es solo eso, la simplificación aún mayor de lo que algunos llamaron “Carpe Diem” en su tiempo. Pero este es el mío, y mi tiempo lo creo yo. Por ello solo el señor azul cielo puede representar mi alegría indefinida e imparable.

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