domingo, 19 de agosto de 2012

Piedras bajo las que esconderse.



Siento tener que apretarme el cinturón en cuanto a ideas alocadas pero, la libertad se ha fugado. Señoras y señoros, siento ser yo la que tenga que anunciarles que así es; aquello por lo que algunos luchan y que otros creen poseer, huye de nosotros, los seres más racionales de la Tierra.
Sin ir más lejos ustedes mismos al atreverse a leer esta mancillación a la cultura general, me han criticado desde su interior por formular esto como una broma. ¿De dónde habrán quitado esa estúpida idea? Yo se lo diré.
De señoros.
Porque así es, la Real Academia Española considera correcto escribir güisqui; pero podría amenazar la existencia de mi mano derecha para demostrar que en un futuro la palabra señoros, sustituirá a señores. Opino que las explicaciones carecen de valor, todos tenemos el coeficiente intelectual lo suficientemente experimentado e irracionalizado para comprenderlo.
En cuanto a independencia, libertad, derechos, deberes, constitución y un largo y estúpido etcétera; afirmaré sin miedo alguno a equivocarme que estamos viviendo una gran mentira. Todo lo que sufrimos diariamente no son más que farsas, falsedades, hipocresías, estupideces sin fundamento, injusticias por doquier. En nuestro vocabulario existen más expresiones religiosas que cualquier razonamiento impuesto por la lógica. ¿Por qué? Fácil y sencillo. Supongo que debido a esta sutileza sí tendré que explicarlo.
Seamos francos. La ilustrísima Iglesia, se ha molestado desde el comienzo de los tiempos en ser nuestra CIA particular. Manejar los trapos sucios, encauzar el río, guiar cual pastor a las pobres e ingenuas ovejillas que se han perdido en el monte. Existen muchas comparaciones y sinónimos referentes a esta situación. ¿Quién no se ha percatado? Dios.
Este Señor, al que algunos respetan e idolatran como ni a sí mismos; en el hipotético caso de su existencia pendiente de demostrar, ha sido mancillado su nombre y significado. Desde un punto de vista católico, simboliza, sin ánimo a ofender en ninguna de las letras escritas, la perfección.
Ingenuos humanillos...
Tendría que dedicarme a demostrar con fundamento todo lo que me estoy molestando en relatar pero, ¿en verdad lo vemos necesario? Yo creo que no. Dediquemos unos segundos de nuestra interminable vida a exprimirnos el cráneo para encontrar el lugar vacío y lleno de polvo en el que se encontraba en algún pasado evolucionado nuestro cerebro.
Somos unos seres sin justificar. Unos okupas del universo. Todos nosotros.
Políticos, banqueros, vagabundos, vendedores de cualquier clase, trabajadores de poca monta, escritorzuelos, músicos profesionales y ya no tanto, grandes pequeños medianos y enanos empresarios, niños, adultos, adolescentes, bebés, ancianos y robots.
Malditos desastres de la creación. Un invento. Vivimos un maldito invento. ¡Que caiga la ira de Dios sobre él!
Y el universo se calcinó.
De verdad, pequeños saltamontes, hemos de percatarnos de una vez por todas. Abramos los ojos, por favor.
Nadie sabe a ciencia cierta, todavía, de donde proviene todo lo que vemos día a día. Pero lo que sí podemos confirmar con seguridad, es todo lo que ha sido creado bajo nuestra orden y juramento.
La religión fue creada por humanos, los nombres, el idioma, la corrupción, la rebelión, los objetos cotidianos, el techo bajo el que vivir, la forma de alimentarnos.
¿Y nuestras raíces? Esos arboluchos que maltratamos cada vez más, esa naturaleza en la que nos basamos para sobrevivir desde tiempos inmemoriables; esa, se está muriendo y esas, son nuestras raíces. Nos estamos destruyendo a nosotros mismos.
No sabemos cómo comportarnos, cómo devolver la vida a la muerte sembrada por todas partes y más, cómo descubrir aquello que parece no existir sin una pisada de humano justo en medio donde se vea bien bonita, cómo creer en cualquier tipo de creencia ya que al cabo de unos siglos terminará existiendo alguien lo suficiente poderoso para volver corrupto todo el sistema; no sabemos cómo pensar.
Aquello que llamamos orden, el papeleo, las palabras pronunciadas y grabadas por desconocidos que jamás regresarán al ángulo óptico de nuestra mente, personas que nos representan como ciudadanos e igualan nuestra opinión.
Maldita falsedad. Puedo olerla, está por todas partes.
Existen muchos tipos de personas, muchas versiones y desde luego una cantidad incontable de perspectivas.
Humanuchos, qué os creéis que vais destrozando a vuestro paso todo lo que véis.
Descrubid la belleza, buscadla al menos.
La única sensación semejante a la libertad que algún día podrá cualquiera de nosotros demostrar que sintió, será el día en el que nadie en absoluto conozca nuestra existencia ni nuestro nombre sin ser previamente informados por nuestra persona.
Pero no está todo perdido. Un pequeño atisbo de esperanza brilla en los corazones de cada uno, pero es parpadeante como las estrellas y en cualquier momento puede haber muerto sin habernos dado tan siquiera tiempo ni a verlo ni a evitarlo, como la muerte de una estrella.

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