jueves, 13 de junio de 2013

A mi dulce realidad.

Querida, eres cruel. No sé si tienes un plan o simplemente te dejas llevar. Lo que sí conozco o creo conocer, es tu obsesión por intentar amargarme. Me he sentido sola, y sigo haciéndolo casi voluntariamente. Me emociono prácticamente por todo. Estoy enamorada de la idea de amor. Las relaciones con otra gente sólo son algo efímero, pero es tan bello ver crecer vida donde antes reinaba el brillante vacío.
Querida, me torturas. Me enfrento a todas esas fortuitas maldades que me acuchillan, pero algunas aún permanecen. Como el hecho de jurarle amor eterno a alguien que no camina a la misma velocidad que yo. Eso, mi amor, es ser malvado.
Querida, me aterrorizas. Cualquier dependencia de otro ser me aterra. Hasta existe esa gente que pretende igualar el caos que reina en mi cabeza. Amores no correspondidos que me gustaría solucionar, siendo la única solución viable manipular mi forma de ser.
Querida, deja de odiarme mientras triunfo. Almas perdidas, adultas, mayores, experimentadas, y en algún aspecto, mejores, debaten conmigo sobre la filosofía de la vida, sobre ti. Esperanza es lo que nos queda, aunque poco a poco se nos recorte más y más.
Querida, acéptame. Ni siquiera sé si puedo mirar adelante de la manera correcta. ¡Tal vez no hay que buscar la manera correcta o la errónea! Pero entonces dime, querida, por qué he de verte como a una sola; tal vez ni existas, tal vez lo único que estoy haciendo es escribir a cuatro locos del futuro que no entenderán mis palabras.
Querida, hasta luego.

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