martes, 3 de abril de 2012

99 Problems.

Eres un quejica.

Si de verdad piensas que no tienes problemas preocúpate, porque pienso hacerte responsable de todos los míos, y no tengo pocos.
La verdad relativa más pura y dura, es que pienso cargarte encima, no una cruz, pero algo de igual tamaño y peso. Quizá dolerá, lo dudo. Pero no importa, las dudas te acompañarán siempre allá donde vayas.
Me pregunto, si de alguna forma se puede sonreír en medio de la peor de las tormentas. En el ojo del huracán, en el caos del miedo, en el conjunto de los peores problemas, en el más peor gris.
Yo creo que, definitivamente, no debo creer en nada.
Las cerillas parecen mirarme con ojos suplicantes. Ven y quema todo este desastre. Cómprate un muñeco vuduu y empieza a torturar. Compra un cubo enorme, llénalo de agua y apaga un fuego inexistente. Roba corazones y regálaselos a cupido.
Sinceramente, la primera vez que te equivocas no pasa nada. La segunda se puede perdonar fácilmente. Y así ocurre con la tercera, la cuarta, la quinta, la sexta, la séptima, la décima, la décimo novena, y un largo etcétera.
Pero cuando llegas al fallo número noventa y nueve, entonces ya piensas que el demonio te está vacilando al revés.
Ojalá los atrapasueños funcionasen. Podría regalarle uno a un ser querido, que no cree serlo, y así obligarle a ser feliz y dejar de amargarse. El problema número cien surge cuando te entran ganas de estrangular a la aportadora de noticias.
Quién le ha dicho que no me interesa el estado de este ser, quién le ha dicho que no me importa cómo se siente, quién le ha dicho que sus lágrimas me son indiferentes.
¡Deseo que dejes de tergiversar y culparte de todo el dolor que has provocado!
Esas lágrimas son tu responsabilidad, traidora. Peor que el mismérrimo demonio, en cuya piel es sencillo ponerse, eres peor que todos los ángeles caídos juntos. Peor que la lluvia ácida, antinatural, cruel, estúpida. Peor que la más terrible corrupción, peor que lágrimas de sangre, peor que una estaca en el corazón de un vampiro, peor que mil cucarachas sobreviviendo al apocalipsys humano, peor que cien bombas atómicas sobre las mismas coordenadas, peor que las muertes del Doctor, peor que el efecto mil, dos mil y tres mil juntos, peor que millones de púas clavándose en la piel, peor que dos veces tu alma, peor que tu terrible hipocresía, peor que una canción épica sobre la maldad, no. La maldad es mejor que tú.
Ni siquiera te odio.
Me das pena. La peor de las penas, asco. Quizá esas cucarachas merezcan vivir, pero tú no. La verdad ya no es relativa si se habla de tu supervivencia. Me rasco la barriga si me dedico a pensar en si mereces o no que malgaste mi tiempo en ti.
Pero le quiero. Le quiero mucho. Más que a mis entrañas. Y merece sonreír, y ser feliz.
Algo que nunca entenderás, pero ella sí. Porque sufre al creerte, al escucharte y al ver que no te molestas en mirar, solo en ver.
Eres un ser despreciable.
¿Mi problema número cien?
No, mi problema número cien es no tener a dónde ir si quiero huír de vuestro caos, de vuestro huracán, del ojo de la tormenta.

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