domingo, 15 de junio de 2014

Amoríos surrealistas.

“Estaba esperando por ti”
“¿Ah, sí?”
“Toda mi vida”
Se despertó con una piedra atravesando su ventana.
Una bonita forma de despertarse, sin duda alguna, y el que se atreva a negarlo no ha estado nunca lo suficientemente mal de la cabeza como para querer a alguien.
Y querer suficiente a ese alguien para no romperle en la cabeza la piedra que rompió la dichosa ventana.
Ella se levantó con cara de “voy a mataros a todos por despertarme a estas horas y en sábado” y se asomó a la ventana para encontrarse con un personaje que no había visto en su vida.
No era el típico tío que veías por la calle a esas horas de la mañana a no ser que hiciese reenganche, pero a ella se le enmudeció la garganta y tuvo que carraspear para intentar recordar por qué iba a gritar hacía un par de décimas de segundo.
Él sonreía, como buen cabronazo:
-¿Me devuelves mi piedra?

Cuentan que las mayores historias de amor empiezan por cualquier tontería, yo ya he visto enamorarse a un conductor de la persona a la que casi atropella, casarse un pescador con la que pensó que era una sirena siendo ella náufraga… En fin, historias que parecen inventadas y que efectivamente y cómo no, lo son; pero conocer al amor de tu vida, sólo porque él decidió lanzar una piedra a una ventana al azar…
¿Al azar?
Alguien acababa de decir una tontería muy grande.
-Estoy hasta las pelotas de los números impares.
¿En serio? ¿Hablaba en serio?
Aquella mujer tenía que estar bromeando.
Porque para cambiarse de fila en el cine, tan solo por no estar sentada en una silla o escalera impar, era como mínimo, para pegarle y que sufriese entre terribles sufrimientos.
Él se fijó en ella, tan solo para saber dónde atizarle con el refresco en la cabeza, pero entonces se atragantó con el susodicho y le dio un ataque de tos.
No era la típica tía que te encontrabas fuera de casa en un lugar a oscuras a esas horas de la noche, pero merecía la pena haber tenido la gran casualidad de verla por aquellos lares sin acompañante masculino oficial.

Surrealista era el término.

-¿Tú crees que lo habrá hecho intencionadamente?
-Hija mía, tirar una piedra a una ventana, en un edificio lleno de ventanas, muy sin querer no es, no sé si captas lo que te digo.
-Pues expóngame usted su versión de los hechos.
-Yo qué sé, seguro que es un chalado que un día te siguió a casa para ver si se colaba y te violaba en el ascensor, hasta que se dio cuenta de que no tenías ascensor y cogió y dijo, pues me cabreo y le rompo la ventana.
-Ya no sé para qué te pregunto nada.

A veces las amistades nos comen el coco más de lo que nosotros ya de por sí hacemos, pero qué se le va hacer. Son cosis.

-Tío, te juro que aquello no era normal.
-Pero haberle dicho algo.
-¿Cómo? Si es que no paraba de hablar, de reírse y de comentar la jodida película.
-Pues qué quieres que te diga, tanto no te debió molestar si no le dijiste nada.
-Fijo que no es más que una cría que no sabe cómo comportarse en un lugar público, seguro que ni siquiera ha probado la ginebra…
-Lo que es seguro es que a ti te pasa algo con esa mujer, porque lo que piensas en ella no es normal.

Otras veces le dan la vuelta a las cartas para que veas cómo ganas la partida sin saber siquiera que estás jugando.

Se fue de allí en taxi, y mucho tuvo él que correr para averiguar donde vivía ella, pero el hecho de tener dinero para pagar otro taxi ayudó. Por no mencionar el hecho de que había hecho lo que siempre había querido hacer:
Entrar en un taxi y decir “¡Siga a ese coche!”

Muchas veces me he planteado cuantas tonterías se hacen por amor. Pero a veces se hacen tonterías por el simple placer de hacer tonterías.

Se planteó, repetidas veces y muy seriamente, si no lanzarle la piedra directamente a la cara, dada la maravillosa puntería que tenía.
Pero en contra de su voluntad pensó que sería un desperdicio, y se sonrojó nada más cruzar por su cabeza ese pensamiento.
No se pegó a sí misma porque él todavía la miraba intentando aguantar la risa, se le notaba.
El muy cabronazo.
Ya le caía bien.

Pero que muchas veces.

Hijos míos, os diría que así fue como se conocieron vuestros tíos, pero la verdad es que se conocieron después, cuando vuestra tía efectivamente le tiró la piedra tan sólo porque él le dijo que se vistiera que estaba llamando la atención.
La verdad es que estoy convencida de que habría sido divertido ver la cara de vuestra tía a esas alturas, pero es un momento que les pertenece sólo a ellos y al camarero del bar de en frente que lo vio todo.