sábado, 25 de enero de 2014

Videncia tercera.

La verdad.

La libertad.

El amor.

La belleza.

Aquellos valores que nos quieren arrancar de nuestras almas, de nuestro corazón, de nosotros mismos.

Las palabras no son más que un medio para intentar expresar lo que ahora mismo siento. Un medio que no 
sé utilizar. Pero el sentimiento está ahí; en mi corazón, hay algo. Tristeza, tal vez.

Soledad, amargura, impotencia, pasividad.

Mi felicidad, normalmente presente todos los días de mi vida, quiere evadir su función en mi alma. En mi poder está dejarla marchar o no, y mi decisión es definitiva:

Un día sin reír, es un día perdido” dijo un genio una vez.

No pienso dejarla marchar. Sonreír es lo único que me queda, mi futuro, mis armas contra la injusticia y la esclavitud.

Mis ganas de gritar, de moverme, de volar, de huír, de enfrentarme, de convencerme de que ya pasó.

El superhombre de Nietzsche sería aquel que supiese ser un niño, pues bien, aquello es lo que pienso buscar el resto de mis días.

Más veces de las que he hablado he dicho, que nunca odié a nadie. Hoy lo defiendo, y cada día lo haré más.

Diferentes clases de personas me han dicho ya que desista, que me cargue mis principios, mi ingenuidad sobre el ser humano.

Me han traicionado, herido, manipulado, torturado, apresado y olvidado; y aún así todos y cada uno de los días de mi vida pienso mirar adelante.

Ver el horizonte como un camino, no como un fin.

¿La búsqueda? La eterna.

Nunca dejaré de creer que el mundo es bueno.

Nunca dejaré de creer en la humildad.

Nunca dejaré de pensar que tenemos corazón y mente.

Nunca dejaré de creer en un futuro mejor.

Nunca dejaré de levantarme sólo porque haya oscurecido.

Nunca agacharé la cabeza ante alguna injusticia.

Nunca me rendiré ante algo imposible, porque nada es imposible.

Nunca perderé la esperanza.


Y sobretodo, nunca dejaré de creer que todos los seres pueden sacar lo mejor de sí mismos y de lo que les rodea; que todos tenemos en nuestro interior la semilla de la felicidad común, de la libertad, de la belleza, de la verdad… Esa semilla que siempre está a punto de crecer, esa semilla que al cabo de muy poco tiempo, será el árbol que nos proporcione el abrigo que nos proteja y la naturalidad que nos consuele.

sábado, 18 de enero de 2014

Epanadiplosis.

Me duele el ano
Ano dominucus
Dominique nique nique
Ni que me estuvieses leyendo
Leyendo tus cosas me moriría
Moriría de solo ver tu primeras líneas
Líneas las de tus pezones
Pezones como escarcha
Escarcha en mi corazón
Corazón el de mi dedo
Dedo que te levanto
Levanto el dedo corazón escarchado
Escarchado mi ano
Ah, no
No me presiones
Presiones sobre tus tetas
Tetas como dos carretas
Carretas de ladrillos las que te lanzaba a la cara
Caradura es lo que eres
Eres una puta
Puta barata
Barata tu mamada
Mamada la que me vas a hacer
Hacer el odio
Odio mucho tu existencia
Existencia la que te sobra
Sobras.



lunes, 13 de enero de 2014

Claro que lo es.

No es nuestra lucha.

Porque es que nunca es nuestra lucha.

Jamás nos involucramos.

Un hombre muriendo de hambre en la entrada de un supermercado; no es nuestra lucha.

Miles de personas sin trabajo y al borde de la depresión; no es nuestra lucha.

Guerras por todo África y Asia; no es nuestra lucha.

La formación de una nueva ideología, siendo el Dios de esta el capital; no es nuestra lucha.

Pero se puede saber qué nos pasa.

Escuché, leí o vi en alguna parte que esta es la generación de la indiferencia.

Es imposible.

Es decir, no puedo creer que la indiferencia, lo que a mi modo de ver sería la involución del ser humano, la pérdida de lo que más maravillosos nos hace, sea ahora nuestro modus vivendi.

Quizá no quiero creerlo.

A pesar de todo, sigo encontrándome con excepciones. Esas personas que para variar, destacan por lo buenas que son y no por lo perversas y retorcidas que han sido sus acciones.

No sé cómo concienciar a esta juventud a la que pertenezco, ni a mí misma, que la edad poco importa y que ponerla como justificación ante una lucha que por supuesto es nuestra, es patético.

Sí, sin ir más lejos yo misma me siento como una niña repetidas veces (porque entre otras cosas aún lo soy) y esta sensación me hace sentir ridícula cuando intento mejorar o avanzar en mi pequeño mundo.

Quizá que se me ridiculice desde el exterior también aporta algo a esta inseguridad incesante que sólo se va cuando de verdad me importa algo.

No voy a culpar a nadie en mi nombre por lo que no hago y sé que debería hacer, porque la culpa es tan solo mía y lo sé mejor que nadie.

Escribo esto porque sé que la sensación de lucha contra la opresión sólo está presente muy de vez en cuando en mi cabeza, pero la indignación que siento hacia esta manipulación no es menor por mucho que intente ocultarla en mi rutina.

No tengo los mismos gustos que tú, querido lector, probablemente tampoco las mismas ideas, ni el mismo sexo, ni la misma edad, ni el mismo color, ni los mismos estudios, ni el mismo coeficiente, ni los mismos principios; y aún así, sabes tan bien como yo que somos humanos los dos, y que debemos defender que esto siga siendo así.


Porque en un mundo humano nadie sería espía. Antonio Buero Vallejo