La verdad.
La libertad.
El amor.
La belleza.
Aquellos valores que nos quieren arrancar de nuestras almas,
de nuestro corazón, de nosotros mismos.
Las palabras no son más que un medio para intentar expresar
lo que ahora mismo siento. Un medio que no
sé utilizar. Pero el sentimiento
está ahí; en mi corazón, hay algo. Tristeza, tal vez.
Soledad, amargura, impotencia, pasividad.
Mi felicidad, normalmente presente todos los días de mi
vida, quiere evadir su función en mi alma. En mi poder está dejarla marchar o
no, y mi decisión es definitiva:
“Un día sin reír, es
un día perdido” dijo un genio una vez.
No pienso dejarla marchar. Sonreír es lo único que me queda,
mi futuro, mis armas contra la injusticia y la esclavitud.
Mis ganas de gritar, de moverme, de volar, de huír, de
enfrentarme, de convencerme de que ya pasó.
El superhombre de Nietzsche sería aquel que supiese ser un
niño, pues bien, aquello es lo que pienso buscar el resto de mis días.
Más veces de las que he hablado he dicho, que nunca odié a
nadie. Hoy lo defiendo, y cada día lo haré más.
Diferentes clases de personas me han dicho ya que desista,
que me cargue mis principios, mi ingenuidad sobre el ser humano.
Me han traicionado, herido, manipulado, torturado, apresado
y olvidado; y aún así todos y cada uno de los días de mi vida pienso mirar
adelante.
Ver el horizonte como un camino, no como un fin.
¿La búsqueda? La eterna.
Nunca dejaré de creer que el mundo es bueno.
Nunca dejaré de creer en la humildad.
Nunca dejaré de pensar que tenemos corazón y mente.
Nunca dejaré de creer en un futuro mejor.
Nunca dejaré de levantarme sólo porque haya oscurecido.
Nunca agacharé la cabeza ante alguna injusticia.
Nunca me rendiré ante algo imposible, porque nada es
imposible.
Nunca perderé la esperanza.
Y sobretodo, nunca dejaré de creer que todos los seres
pueden sacar lo mejor de sí mismos y de lo que les rodea; que todos tenemos en
nuestro interior la semilla de la felicidad común, de la libertad, de la
belleza, de la verdad… Esa semilla que siempre está a punto de crecer, esa
semilla que al cabo de muy poco tiempo, será el árbol que nos proporcione el
abrigo que nos proteja y la naturalidad que nos consuele.